Always Together - Capítulo 5

Primer encuentro

            Raúl estaba nervioso, se frotaba las manos una con otra y miraba sus uñas. Esteban lo miraba y sonreía. Sabía que causaba ese extraño efecto en él, y eso le gustó.
            - Entonces… ¿no me dirás tu nombre? – a pesar del alto volumen de la discoteca, Esteban se hacía oír acercando su boca a la oreja de Raúl.
            Solo bastó ese casi roce para que las mariposas en el estomago de Raúl se pusieran a revolotear con mayor fuerza.
            - ¡Raúl! Me llamo Raúl.
            - Me llamo Raúl, ¿te gustaría bailar conmigo? – Esteban inclinó su torso a modo de reverencia y luego le tendió la mano.
            Sin darse cuenta ya estaba en la pista de baile. Lo que sonaba en aquel momento era música electrónica. No era necesario tanto contacto físico, sin embargo Raúl estaba muy intimidado. Le fascinaba ese chico, pero solo conocía su nombre. No tenía mucha confianza para soltarse.
            Esteban percibió la inseguridad de Raúl y decidió sacarle conversación mientras bailaban.
            - ¿A qué te dedicas, Me Llamo Raúl? – gritaba cerca de su oreja para que lo pudiera escuchar
            - Raúl, solo Raúl
            - ¡Perfecto! Solo Raúl – exclamó con esa sonrisa que ya Raúl había bautizado como su favorita.
            - Soy periodista, trabajo para la revista Entorno 360
            - ¡Qué bueno! – Respondió Esteban por encima del ruido – Yo soy empresario, me dedico a los negocios.
            - ¡Qué bien! Fue lo único que dijo Raúl porque antes de seguir la conversación, la música cambió a un ritmo más lento y, de los altavoces, salió la voz de alguien que anunciaba que era el momento para los enamorados.
            La mayoría de las parejas se retiraron de la pista, solo quedaron los que verdaderamente mantenían un relación. Raúl intentó retirarse pero Esteban lo tomó por el brazo y lo acercó hacia él.
            Sin decir nada colocó una mano en la cintura de Raúl, la otra en el hombro y mientras lo miraba a los ojos, con una sonrisa pícara, se mecía al compás de la melodía como cual baile de preparatoria.
            Fue un momento muy bonito, pero a la vez incómodo. Esteban disfrutaba con la incomodidad de Raúl. No por vanidad ni por maldad, su disfrute se debía a que le encantaba la forma retraída de su acompañante.
- Creo que para ser dos extraños la estamos pasando muy bien, ¿no te parece? –  preguntó Esteban.
            - ¿La verdad? Sí, aunque me gustaría sentarme un rato y tomar algo.
- Sus deseos son órdenes, caballero – Esteban lo tomó de la mano y lo guio hacia la barra para pedir un par de tragos. Esteban se adelantó y pagó las dos bebidas. Que caballero, pensó Raúl.
- Aquí tienes, para que te refresques un poco – le tendió un vaso con vodka.
- Muchas gracias – dijo antes de tomarse un largo trago para así tener más fuerza de voluntad y dejar de ser tan tímido ante aquel chico que le movía el piso a 8.5 escala de Richter.
- Para ser periodista te noto muy tímido – dijo Esteban que ya se había sentado en uno de los bancos de la barra e invitaba a Raúl a hacer lo mismo.
- No es timidez, es solo que como no te conozco… me cuesta socializar con extraños.
- Creí que ya no era un extraño. Nos hemos visto en la heladería, luego aquí; ya sé tu nombre, bailamos. Creo que ya no somos extraños.
- Técnicamente no – se sonrojó – pero aún hay cosas de ti que desconozco. Como… como… ¿exactamente de qué van tus negocios?
- ¿De verdad quieres hablar de eso? – Esteban arrugó la cara
- ¡No! Jajajaja – los dos sonrieron y chocaron sus vasos.
- Por qué no vamos con el resto de tus amigos y seguimos disfrutando la noche
- Estoy de acuerdo – dijo Raúl al tiempo que se encaminaba hacia los puff.
Iban caminando tomados de la mano y aunque aquello le extrañó muchísimo, se sentía muy cómodo. Le gustaba.
Cuando llegaron, se dio cuenta que ya Sebastián había terminado el ligue con su “amiguita” y estaba conversando con Víctor.
- No te preocupes que estuve cuidando tu celular durante tu ausencia – remarcó la última palabra de forma irónica.
- ¡¡¡RAÚL!!! – Mía se exaltó al ver que éste llegaba de la mano de un chico guapísimo.
- Chicos les presentó a Esteban, Esteban ellos son Mía, Víctor y Sebastián – dijo señalando a cada uno.
- Un placer conocerlos, chicos – dijo Esteban a todos.
- No me digas que éste es el chico guapísimo con el que alucinaste en la heladería – soltó Víctor mientras saltaba del asiento.
Raúl escupió el trago de vodka que se había llevado a la boca al oír la sinceridad de su amigo. Lo quería asesinar. No le importaba el tiempo que luego tendría que pasar en prisión. Valdría la pena luego haberlo dejado en evidencia de aquella manera.
- Así que te hice alucinar – se burló Esteban – Veo que Víctor y yo seremos muy buenos amigos – dijo al tiempo que confabulaba con él y chocaban las manos.
- ¡Muy chistoso! – dijo Raúl colocando los ojos en blancos.
- Mi mamá siempre me enseñó a decir la verdad
- Cállate, Víctor – le dijo abriendo los ojos como platos – veo que a tu madre le faltó la lección de “no te metas en asuntos ajenos”.
- ¡Stop! – Intervino Mía – Ven, Esteban – le dijo a éste mientras lo tomaba de la mano – aquí tenemos espacio para ti. Tienes que contarnos todo sobre ti
- Sí – opinó Víctor sentándose al otro lado de Esteban - ¿De dónde eres? ¿A qué te dedicas? ¿Eres rico? ¿Cuántos ceros tiene tu cifra bancaria actual?
- ¡¡¡STOP!!! – Raúl estaba apenado – Lo van a correr
- Descuida, tus amigos me caen muy bien.
- Excelente comienzo – opinó Víctor
- Totalmente de acuerdo – ratificó Mía
- ¿Y si digo que también me parece genial, cuenta? – Sebastián pasó a segundo plano, ni siquiera Víctor le prestaba atención.
Todos se rieron y brindaron por el momento tan agradable. Justo cuando seguiría el interrogatorio para Esteban, sonó una de las canciones favoritas de él, o al menos así lo dio a notar, porque tomó a Raúl de la mano y lo llevó de nuevo a la pista.
-          ¡A bailar!
A Raúl no le quedó de otra sino dejarse llevar. Para su desgracia, justo antes de entrar a la pista, Esteban se tropezó con la última persona a la que esperaba encontrarse: Andrés.
- ¡Caramba! Pero si es…
- Hola, Andrés – lo interrumpió antes que dijera cualquier cosa que lo sacara de sus casillas. Suficiente con habérselo encontrado.
- ¡Hola, Raúl! No me había dado cuenta de que estabas aquí – le dijo mientras lo miraba de arriba abajo. – Ya va, ¿ustedes andan juntos?
Esteban miró a Raúl como preguntándole con la mirada si conocía a Andrés. Raúl le asintió y comprendió que debía ser alguien desagradable para él por la forma en la que había endurecido su rostro.
- Sí. Y creo que no es asunto tuyo – respondió Raúl.
Andrés soltó una exagerada carcajada mientras los miraba a los dos.
- Que curiosa la vida, resulta que mis dos…
- Creo que deberíamos ir a bailar, Raúl – Esteban intentó ignorar a Andrés.
- ¿Tanta prisa por qué? – preguntó Andrés
- No es de tu incumbencia – dijo Raúl al tiempo que hacía ademan de irse a la pista con su amigo
- ¡Tranquilo! – Dijo Andrés – Solo quería socializar un poco, aunque ya nos conocemos muy pero muy bien.
- Desgraciadamente – ironizó Raúl
- ¡Nos vamos! – Esteban parecía muy desesperado en querer dar fin a esa conversación.
Raúl se dio cuenta de ese detalle y apuntó mentalmente que tenía que preguntarle por qué estaba tan nervioso e incómodo con la presencia de Andrés.
A pesar que ya estaba bailando y al parecer Esteban ya había vuelto a ser el mismo extrovertido de antes, Raúl no se sentía del todo cómodo. La presencia de Andrés le había arruinado el momento. Una vez más le había arruinado un gran momento.
Mientras Raúl luchaba con su estado de ánimo, Andrés estaba conversando en la oficina de la administración de Pony Club con tres hombres, sobre un trabajo que debían realizar de manera perfecta.
- Tiene que ser perfecto – resaltó Andrés – no quiero ningún error.
- No se preocupe, señor. El trabajo quedará perfecto. Nunca le hemos quedado mal – aseguró uno de los corpulentos que estaban de pie en la pequeña oficina del local.
Cualquiera que presenciara la escena se daría cuenta que allí se estaba cocinando algo muy malo. Sabía que se trataba de un encargo que no perseguía nada bueno. Al menos no para la otra parte, porque para Andrés resultaría muy apetitoso.
- ¡Eso espero! – Destacó – recuerden que si algo sale mal, mi nombre no debe salir de sus bocas bajo ningún concepto. Yo no existo.
- Descuide, señor – dijo el otro hombre. Uno que parecía sacado de una película de hampones de barrio.
- Lo importante es no dejar rastros. Un trabajo limpio, impecable, casi perfecto.
- Así será. No se arrepentirá – garantizó el primero de los hombres.
- Entonces salgan y hagan lo suyo – dijo Andrés mientras se levantaba y se abrochaba el botón de su traje – Necesito que me den unos minutos mientras termino unas cosas. – Dicho esto, se levantó, le abrió la puerta a los hombres y se quedó solo para revisar unos documentos. Antes hizo una llamada.
En unos minutos, alguien entró y le entregó unas cintas extraídas de las cámaras de seguridad. Al parecer quería borrar cualquier evidencia posible de aquello que sucedería esa noche en Pony Club.
Metió las películas en su bolso y salió de la oficina.

Afuera, Raúl quería irse de Pony Club, ya estaba cansado y no tenía ánimos de seguir de farra. Justo cuando iba a decirle a Esteban para volver por sus amigos, se armó un gran alboroto en el lugar.
Al principio pensó que se trataba de algo provocado por la adrenalina de la gente, pero se convenció que nada tenía que ver con eso porque escuchó un par de detonaciones que hicieron que una pareja, que bailaba a su lado, se desplomara en el suelo de la discoteca, justo a sus pies.

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