La Pared del Asesino
1
“Él era un muchacho sano, no se metía con
nadie”
Foto referencial |
Teresa llegó del trabajo y lo primero que hizo fue dejar la cartera roja ruñida en el mueble, y sin quitarse la ropa, se dirigió a la cocina a preparar la cena. Ninguno de sus tres hijos estaba en la casa. Ese detalle la preocupó pero sin embargo siguió en lo que hacía.
Miró la parpadeante luz roja que indicaba la hora en un radio reloj cuadrado que tenía sobre una mesita desgastada al lado de la cocina, se sorprendió al ver que eran las 6:00PM y sus hijos seguían sin llegar. Secó sus manos con un pañito de cocina y antes de ir en busca de su celular, se detuvo al oír una noticia en aquella radio.
*** Y a esta hora nos llega un reporte desde el barrio La Consolación, un joven de 18 años fue ultimado con una bala en el pecho hace pocos minutos. Según las autoridades, la victima respondía al nombre de Yerson Manuel Rodríguez quien al parecer tenía problemas con quienes cometieron el homicidio.
Teresa se tapó la boca con las manos cuando oyó la edad de la víctima. Su rostro comenzó a llenarse de lágrimas cuando escuchó otra voz en la emisora.
*** Hasta cuando tenemos que calarnos ésta falta de autoridad en los barrios, hoy se me fue la vida, se me fue junto a la de mi hijo. Él era un muchacho sano, no se metía con nadie. Exijo al gobierno que me responda y que atrape a los delincuentes que le quitaron la vida a mi hijo. ¡Maldito gobierno, ustedes son los culpables…
… y esas fueron las impresiones que tenemos hasta los momentos… pasando a otro tema, Shakira y Rihana vuelven a sorprender pero esta vez juntas…
La mujer sintió tanta lastima por aquella otra señora que estaba devastada por la muerte de su hijo. Intentó ponerse en su lugar pero rechazó la idea que se le pasó por la mente porque nada más imaginárselo, su corazón se contrajo.
Se secó las lágrimas que corrían por su cara y fue a la sala a buscar dentro de su cartera el celular para llamar a sus hijos.
Con 40 años, Teresa era madre soltera de dos varones, uno de 12 años y otro de 18, la misma edad de Yerson, el muchacho que resultó asesinado. También tenía una hija de 15 años, la luz de los ojos de Teresa, una niña que para los ojos de las personas del barrio era una “chica fácil” pero para Teresa era su pequeña y dulce princesita.
Ninguno de los tres había regresado a la casa y cuando volvió a ver el reloj, se fijó que habían pasado ya media hora. Marcó el número de la niña y al segundo timbrazo, ésta contestó.
– ¡Pero por todos los santos! Hija ¿dónde andas metida? ¿Qué hora son estas de andar en la calle?
– Mamá, tranquila. Ya estoy llegando, solo me entretuve con Mariana viendo unas ropas en el mercado.
– Hija te tengo dicho que no me gusta que andes tan tarde en la calle. Los nervios se me ponen de punta. Tú sabes lo peligroso que está este barrio. Si vez a tus hermanos tráetelos… Dios me la bendiga.
Teresa colgó la llamada pero inmediatamente marcó el número del hijo mayor. Éste no le atendió, así que marcó el número del otro hijo.
– Pedro, hijo, ¿dónde andas? tan tarde y tú en la calle.
– Madre, tranquila, estoy al lado, haciendo una tarea para mañana.
– Ay Pedro, hijo, vente pa’ tu casa y haga su tarea aquí, deje de molestar en casa ajena
– Madre pero es que es en grupo y me puse con Federico, justamente para no tener que ir para otro lado.
– Bueno, Pedrito, hijo, está bien, pero rapidito pues.
Teresa volvió a colgar el teléfono pero esta vez no intentó con su hijo mayor. Decidió esperar a que llegara. Fue a la pequeña cocina a voltear una de las arepas que había dejado montada en la sartén.
La cocinita de Teresa era muy humilde. Cuatro paredes de ladrillos anaranjados con una nevera que el óxido demostraba todos los años que tenía; un fregadero color blanco y una cocina de cuatro hornillas. Todos los implementos estaban sobre una mesa plástica entre la nevera y la cocina.
Cuando Teresa bajaba la llama de la hornilla, escuchó como la puerta de la casa se cerraba.
Dejó el tenedor con el que volteaba la arepa sobre el fregadero y salió a ver quien había llegado. Era Pedro.
– Bendición, mamá. – dijo mientras se descolgaba el bolso de la espalda.
Pedro era el hijo más inocente de Teresa. Era el único que tenía visión de sacar a la familia de aquel barrio. En su mirada se podía notar todos los malos ratos que ha tenido que vivir en el barrio Los Sueños, barrio en el que vivía junto a su familia desde su nacimiento.
– Dios me lo bendiga, ¿no viste por ahí a tu hermano Henderson?
– No mamá, a quien vi fue a La Cristi, pero se quedó en el poste hablando con La Negra.
– Esa muchacha, y eso que le dije que se viniera pa’ la casa temprano – Teresa se colocó una mano en la cabeza y una en el pecho – siento algo muy malo aquí en el pecho, hijo.
– Tranquila, vieja. No pasa nada malo, ya verá que esos dos llegan ahorita.
Teresa abrazó a su hijo muy fuerte y le dijo con los ojos cerrados
– Claro que si mi amor, tienes toda la razón, nada malo va a pasar. – Soltó a su hijo pero antes le dijo que fuera a lavarse las manos que ya las arepas iban a estar listas.
El joven recogió el bolso y se encaminó a su cuarto, mientras la madre regresaba a la cocina a montar la otra la arepa. Seguía oyendo la radio, pero esta vez intentaba tararear a Juanito Alimaña de Héctor Lavoe.
Por otro lado estaba Cristina, o mejor dicho, La Cristi, hablando con su amiga La Negra, en la puerta de la casa de esta.
– ¡Ay chama! ¿Pero tú crees que Johnny se tarde mucho? Ya mi mamá anda con una llamadera, que suba, que si ya es tarde, que fastidio, no sé cuándo dejará el fastidio.
– Cristi pero eso es culpa tuya porque no le has puesto los palitos, mira la mía, ya dejó esa ladilla.
La Negra era considerada la más popular en el barrio Los Sueños, tenía 27 años y todos los muchachos de allí, según los vecinos, ya habían pasado por debajo de sus faldas. No solo era conocida por eso, sino por su gran maña de masticar chicle y por vestir ropa elaborada con poca tela. A las demás muchachas les encantaba estar con ella.
– Si chama, ¿pero cómo hago? Tu no vez que se escuda con la enfermedad esa que tiene.
– Bueno, no sé, así no puedo ponerte a valer, mira que con esas piernotas que tú te gastas, más de uno es capaz de pagar unos buenos palitos.
– ¿Qué es Negra tas loca? No, chama, ahí si que no te juego yo. Yo puta no soy.
– ¿Acaso yo soy puta? Yo solo me divierto. Hay que ver que tú siempre vas a ser la misma galla hijita de mamá.
La Cristi frunció el ceño y quiso decir algo para no quedar como tonta delante de La Negra pero, en ese momento, Johnny llegó y le tapó los ojos.
– ¿Y quién es la mamacita más mamacita de todo este barrio? – dijo Johnny mientras sus manos estaban puestas en la cara de La Cristi.
La Cristi se pudo quitar las manos de la cara y se dio la vuelta para plantarle un beso a Johnny. La Negra se aclaró la garganta para interrumpir.
– Pero bueno, entonces, si se van a comer aquí para qué les voy a prestar la casa. Mi mamá llega en una hora, así que apúrense antes que me arrepienta.
La Cristi sonrió pero no dijo nada, agarró a Johnny y le echó un jalón para invitarlo a pasar. Pero fue detenida por su amiga.
– Epa, epa, parámelo ahí. ¿Ustedes creen que esto es gratis? No vengan ustedes, Johnny, hermano, bájese de la mula – La Negra extendió una mano exigiéndole dinero.
Johnny la miró fijamente con cara de pocos amigos, pero sin decir nada, sacó dos billetes de 100 del bolsillo de su pantalón y se los entregó. Ésta agarró sus billetes, los enrolló y se los metió entre el sostén.
– Bueno, tienen una sola hora así que apúrense, y no quiero reguera.
Los tortolos pasaron y La Negra se quedó parada en la puerta saludando a todo el que pasa y mascando chicle como una llama. En ese momento, una señora vecina se detuvo frente a La Negra y la enfrentó.
– Bien sinvergüenza que eres tú, claro, como tú eres así quieres poner a todas las niñas del barrio igualita – la señora hablaba con voz muy decida.
– Mire no sea tan salía, yo no le estoy sinverguensiando nada a nadie y menos a una hija suya, así que no se meta en peo ajeno.
– Si me meto porque yo conozco a la madre de esa niña y es una buena persona…
– Pero es que usted vio entrar a la mamá o a la hija, deje el chisme y dele por ahí.
La señora muy ofendida se retiró haciéndole mala cara a La Negra. A esta no le importó y se quedó parada en la puerta como si nada hubiese pasado, mientras adentro de su casa, pasaba de todo.
– No tienes ni idea de cuánto tiempo yo estuve esperando este momento – le susurraba La Cristi a Johnny en el oído mientras este de forma acelerada le besaba el cuello y bajaba hasta sus senos.
– Sí… sí… yo también – decía Johnny de forma entrecortada mientras le quitaba la franela del liceo a La Cristi.
– Yo te amo, Johnny, quiero ser tu novia.
– Cállate, no digas nada, solo déjate llevar – Johnny se levantó de la cama y le pidió que lo desnudara.
Ella hizo caso a la orden que este le había dado y procedió a quitarle la ropa.
Johnny era el chico más deseado del barrio Los Sueños. Siempre era considerado el galán del barrio. Su cabello castaño claro peinado parado de punta con gel fijador, y sus facciones extranjeras hacían que todas las niñas, más que todo las colegialas, se deslumbraran por él, y muchas habían soñado con verlo desnudo, y al parecer, Cristina, la hija de Teresa, estaba haciendo su sueño realidad.
Ella estaba completamente enloquecida por Johnny, y más ahora que sus manos tocaban el pecho tan definido que este tenía. Siempre que lo veía jugando Basquet en la cancha, sin camisa, era motivo para que La Cristi sintiera más profundo aquello a lo que ella llamaba amor.
Johnny, sin pensarlo dos veces, también la desnudó y la tumbó sobre la cama. Ella seguía diciéndole cosas al oído mientras este, de forma morbosa, le hacía el amor, o al menos eso era lo que ella creía que eso era hacer el amor.
Teresa le sirvió la arepa a Pedro, el único hijo que había llegado a casa. No se sentó en la mesa con él y se excusó diciendo que no tenía hambre, que iba a aprovechar y lavaría un poco de ropa.
Antes de ir a la platabanda de la casa a lavar, pasó por la cocina y miró la hora en el viejo radio. Eran las 7:20 PM y sus otros hijos nada que llegaban. Se fue directo a la platabanda a distraerse lavando, pero algo le seguía diciendo, en lo más profundo de su corazón, que algo muy malo iba a ocurrir esa noche.
Henderson estaba con sus amigos del barrio en La Pared del Asesino, lugar denominado así por los vecinos de Los Sueños a raíz de la cantidad de personas a la que le quitaban la vida en esa pared.
– Mira chamo, hace rato vi a tu hermano y me dijo que tu vieja te anda buscando – le dijo uno de los chamos a Henderson.
– Ah, sí, coño esa vieja si es necia, un día de estos se va a morir de un infarto de tanta preocupadera, en vez de quedarse quieta.
No hacía falta escuchar mucho a Henderson para darse cuenta de lo mal hablado que era, y tampoco hacía falta verlo mucho para darse cuenta de qué persona era. Su aspecto era de un malandrito del barrio.
– Mira menol y trajiste el beta
– Claro menol, ese beta está al tiro – dijo el amigo de Henderson que acababa de llegar, quitándose un bolso que colgaba en su espalda.
– Bueno realiza la llamada rapidito pa’ salir de este beta de una vez – Henderson al parecer daba órdenes a su grupito.
– ¿Mira y tu vieja sabe que tú andas en este negocio? – preguntó el amigo de Henderson.
– Claro, ¡tú eres loco ramón!, claro que sabe… deja la paja y dame lo mío.
El amigo sacó del bolso dos pistolas, una se la entregó a Henderson y la otra se la metió bajo la franelilla.
– ¡Fino! Ahora realiza la foquin llamada pa’ irnos de aquí antes que nos echen la paja y bajen las brujas.
Henderson estaba inquieto, parecía perturbado. Miraba a todos lados. En una de esas se sobresaltó cuando su teléfono sonó. Era Teresa.
– ¿Qué quieres vieja? Sí, ya voy pa’ allá. Quédate quieta vale, ya voy pa’ allá.
Colgó el teléfono y se lo guardó. Quiso preguntarle a su amigo que qué había pasado con la llamada, pero no pudo, de pronto vio como de ambos lados venían apuntándolo sus enemigos.
La Cristi se estaba poniendo el pantalón cuando La Negra les tocó la puerta del cuarto.
– Epa, tortolos, ya bájenle dos que se tienen que ir, mi mamá puede llegar en cualquier momento.
– Ya vamos – fue Johnny quien contestó.
Se levantó y se vistió rápido, tomó a La Cristi de la cintura y salieron de la habitación. Afuera estaba La Negra esperándolos.
– Ujum, pero mírenle la cara a La Cristi, eso como que estuvo bueno – exageró una carcajada y se dirigió a Johnny – Me regalas un minuto.
– ¿Estaba virgencita la pollita? – preguntó.
– Eso lo que estaba era divino. La muy tonta piensa que somos novios o algo así. A la primera de cambio la mando a que le dé por ahí, ya tuve lo que quería.
La Negra sonrió y antes de regresar con su amiga, le estampó un beso a Johnny y le agarró el pene sobre el pantalón.
– Espero que más tarde vengas a devolverme el favor – Lo soltó y salió meneando las caderas para provocar a Johnny.
Pedro subió a la platabanda de su casa con una arepa sobre un plato de peltre y un vaso de leche para su mamá.
– Madre, ya, deje esa ropa así y venga a comer, seguro que mis hermanos están por llegar.
– ¡Ay mijo!, por qué no dejó esa arepa allá abajo, yo lo que menos quiero es comer, ando preocupada por el loco de su hermano y por la alborotada de La Cristi. – Dejó la ropa en el lavandero y se secó las manos de un delantal que se había colocado.
Pedro se conmovió tanto al ver el rostro de su madre tan descompuesto. Sus ojos estaban cansados, unas bolsas le colgaban de ellos. Tenía los cabellos despeinados de tantas veces que se pasaba las manos sobre la cabeza.
- Madre yo sé que no te gusta que hablemos de esto pero tú no has pensado en hablar con mi papá y mandar a Henderson para allá, usted no ve que aquí anda en malos…
– Ningún papá, ningún papá, yo me he cansado de decirles a ustedes que no tienen papá. Su único papá soy yo, que me he reventado pa’ criarlos, no él que nos abandonó en la primera que pudo.
– ¡Tranquila, mamá! Pero es que es la única manera que veo para sacar a Henderson de este barrio antes que algo malo le vaya a pasar.
– ¡Ay, hijo! Créeme que lo he pensado pero no quiero molestar a ese señor para nada.
– Mamá pero entonces que vamos a hacer, ya Henderson está metido en esa mala vida, lo que falta es que mate por ahí.
– No te permito que vuelvas a decir esas cosas de tu hermano, tú no puedes decir que es un malandro, tú no lo has visto robando ni consumiendo, ni matando.
– Por eso mismo, mamá, no lo hemos visto, pero los vecinos del barrio más de una vez han venido a decirte…
– Los vecinos que se ocupen de sus propios asuntos – dijo alzando la voz como para que todo aquel que pudiera estar escuchando, la oyera – yo sé quien es mi hijo y ese muchacho lo que me salió fue tremendo, pero no malandro, no te voy a permitir que estés diciendo esas cosas de él.
– Mamá, es mi hermano, yo sé que es difícil, pero lo mismo pasa con Cristina, esa junta que carga con La Negra, todo el mundo sabe que esa mujer es una loca y sabrá Dios qué andarán diciendo ya de Cristina.
– ¿Y es que tú comes con lo que digan los demás? – Teresa ya estaba molesta por las insinuaciones que Pedro hacía de sus hermanos – Mire Pedro, usted es mi hijo pero no voy a seguir tolerando que hables mal de tus hermanos... La Cristi solo es una niña y sí hay que quitarle esa juntica, pero hasta ahí, y Henderson, lo que le gusta es la calle, ese muchacho nunca en su vida a agarrado una pistola.
Teresa quiso seguir regañando a su hijo pero se escucharon varios disparos muy cerca de la casa. Pedro agarró a su mamá y la tiró al suelo junto a él porque las detonaciones se escuchaban muy cerca. La madre se soltó de los brazos de su hijo y bajó corriendo las escaleras de la platabanda mientras se seguían oyendo los disparos.
Con cada detonación Teresa sentía que su alma se iba yendo de su cuerpo. Sin quitarse el delantal llegó a la puerta. Cuando tiró su mano para abrirla, Pedro la detuvo y un disparo pasó por la ventana de la casa.
Ambos se tiraron nuevamente del suelo y oyeron como la gente comenzaba a gritar. Aquellos gritos hacían que a Teresa se le pusiera la piel de gallina. Con cada grito sabía que algo muy malo había pasado y su corazón de madre le decía que ese algo malo tenía que ver con su hijo, con Henderson.
Antes que pudiera salir corriendo de la casa, la puerta se abrió de par en par, era una vecina que llegaba con una noticia que Teresa jamás quiso oír en su vida.
La Cristi se metió corriendo de nuevo para casa de La Negra e intentaba retener a Johnny para que no saliera para la calle. Ya todo el tiroteo había pasado, pero este quería salir a ver qué había pasado.
– ¿Qué te pasa vale? Déjame salir – Johnny manoteaba para apartar los brazos de La Cristi.
– Tú no ves que se estaban cayendo a tiros. Espérate un rato, yo también tengo que irme para mi casa.
– Si yo quiero salir yo salgo chica, deja la ladilla – Johnny volvió a apartar los brazos de la chica.
– No voy a dejarte salir amor, no voy a dejar que te pase nada malo en la calle.
Aquello hizo que Johnny soltara una carcajada que se pudo oír hasta la calle. La Negra se tapó la boca para no dejar mostrar la risa y se fue hacia la cocina de su casa.
– ¿Cómo fue que me llamaste? Tú estás loca o qué vale, yo no soy ningún amor tuyo.
– Pero si tu y yo acabamos de…
– ¿De qué? ¿De hacer el amor? Te volviste pero loca, tu y yo lo que tuvimos fue sexo y uno bien rico por cierto.
– Pero si tú me decías que me querías… La voz de la chica demostraba ganas de llorar.
– ¡No hija! Dele por ahí, yo no quiero pegoste en mi vida, así como estoy, estoy bien, si tú creías que nos habíamos empatado o algo, bájese de esa nube.
Antes que La Cristi pudiera decir algo y evitar que por sus ojos se asomaran gotas de lágrimas, una mujer comenzó a tocar la puerta como loca.
– Negra, Negra sal, hay un muerto en La pared del asesino.
La Negra salió de la cocina con un vaso de agua, lo dejó en la sala y fue corriendo a averiguar. Johnny empujó a La Cristi y ésta se limpió las lágrimas antes de ir a ver qué había pasado.
Teresa empujaba a toda gente que veía en su camino sin importarle quien fuera. Realmente ella no podía ver ni siquiera, solo quería llegar a La pared del asesino para asegurarse que su vecina se había equivocado, y que Henderson no podía haber sido el muerto.
La mujer dejó las cholas tiradas en las escaleras y no le importó seguir corriendo descalza. En su mente le llegaban recuerdos de Henderson cuando estaba pequeño y lo veía jugando con sus juguetes, lanzando su primera pelota de beisbol, pateando su primer balón… Un nudo le tapaba la garganta, pero por sus ojos caían cascadas de lágrimas que le nublaban la vista.
La pared del asesino no quedaba muy lejos de su casa, estaba al finalizar las escaleras. Teresa, a la que aun le faltaban varios escalones, pudo ver a un joven tirado en el suelo con la franelilla bañada en sangre. El cuerpo estaba boca abajo. Pudo reconocerlo por la gorrita nike que ella le había regalado en navidad.
Sin llegar, su corazón comenzó a latirle a mil por horas, y no por el cansancio, no, Teresa lo que menos sentía era dolor en sus piernas, lo único que le dolía era su corazón. Al llegar al cuerpo del joven, las piernas no le respondieron más y se cayó sobre su hijo bañado completamente de sangre.
La gente intentaba levantarla pero ésta lanzaba golpes y arañazos a todo aquel que intentaba alejarla de su hijo. Ni siquiera Pedro pudo recogerla. Este decidió armarse de valor para controlar a su madre, pero realmente tenía ganas de tirarse al igual que ella sobre el cuerpo sin vida de su hermano.
Teresa gritaba desesperadamente y los vecinos dejaron de internar calmarla. No había nadie que pudiera controlarla. De su boca lo único que salía eran llantos desgarradores que le helaban la piel a todos los que presenciaban la escena. Pedro se agachó a su lado y colocó una mano sobre el hombro de su madre mientras que con la otra tocaba las piernas llenas de agujeros de su hermano.
La Cristi llegó y, al igual que su madre, se abalanzó sobre su hermano y eran ahora tres llantos que se oían cerca del cuerpo.
Uno de los vecinos comenzó a tomarle fotos a Henderson y Teresa vuelta una fiera dejó a su hijo en el suelo y se abalanzó sobre el vecino, demostrando lo que una madre era capaz de hacer por su hijo, aunque este estuviera muerto.
– Deja de estar tomando fotos. Deja a mi hijo en paz – Teresa tenía la cara llena de lágrimas. Agarró, vuelta una fiera, el teléfono del vecino y lo estrelló contra la pared.
Se tiró de rodillas y comenzó a tirar de sus cabellos y a pasar las manos ensangrentadas por su rostro.
– ¿Por qué no me hiciste caso, Henderson? Te dije que te vinieras para tu casa. Ay hijo, por qué tú, por qué tuviste que ser tú.
Las palabras ya no podían salir de su boca debido al nudo tan fuerte que tenía en su garganta. Volvió a agarrar a su hijo pero esta vez le dio la vuelta y el rostro de Henderson era irreconocible.
Pasaron varios minutos y ya Pedro se había vuelto a recomponer e intentó levantar a su madre, quien ya estaba completamente silenciosa pero no soltaba a su hijo. La mirada de la mujer estaba completamente perdida. La Cristi en cambio, estaba de pie frente al cuerpo de su hermano, abrazada a La Negra, quien tenía la boca abierta por la escena que veía.
Pedro pudo levantar a su madre y al pasar 30 minutos, llegaron los del C.I.C.P.C y algunos reporteros. Los policías comenzaron a hacer su trabajo y Teresa no respondía a ninguna de las preguntas que estos le hacían.
Un periodista se le acercó y solo hubo una pregunta que fue capaz de sacarle palabra.
– Señora, ¿usted era la madre del joven?
– Era no, soy la madre del joven. Él era un muchacho sano, no se metía con nadie… y estos delincuentes vinieron y me lo mataron. Yo quiero aprovechar y decirle al único culpable de toda esta violencia en los barrios. Señor presidente, póngase un minuto en mi lugar y explíqueme que se siente perder a un hijo de esta manera. Seguramente usted nunca habrá pasado por esto y ni Dios quiera que lo pase porque este dolor tan gigante no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Teresa apartó el micrófono de un manotazo y rompió en llanto nuevamente, mientras Pedro la mantenía entre sus brazos. La gente comenzó a murmurar y a sus oídos solo pudo llegar una oración: “Si claro, un muchacho sano, y hasta malandro era la ratica”. Aquello provocó que siguiera llorando, pero por un momento retrocedió el tiempo y recordó lo que escuchó en la radio hace una hora cuando había llegado a su casa. El periodista se paró frente a la cámara y comenzó a hablar.
*** La victima respondía al nombre de Henderson Manrique, según su madre era un joven que no se metía en problemas, sin embargo los vecinos afirman que formaba parte de una banda de delincuentes que operan en el barrio Los Sueños. El crimen fue cometido luego de una balacera que tuvo lugar en la escalera N°8 de la zona, zona apodada por sus habitantes como La Pared del asesino. Esta es toda la información que tenemos hasta los momentos y más adelante, en la emisión estelar, ampliaremos los detalles.
2
"Allá va la vieja, esa va pa' esa"
Ella
era los cinco sentidos del barrio, es decir, oía, veía, tocaba, sentía y
hablaba todo lo que sucedía en la zona. Al parecer en sus 50 años de
vida, lo único a lo que se había dedicado era a atender la bodeguita que
tenía en su casa y a averiguarle la vida a sus vecinos.
En
Los Sueños era conocida como Radio Bemba porque todo lo que sucedía
ella lo informaba tal cual cómo pasó y hasta, en algunas oportunidades,
exageraba un poco e inventaba escenas que nunca habían ocurrido.
Ya
todo el mundo la conocía, pero sin embargo cuando iban a comprar un
refresco o una galleta aprovechaban y le decían: entonces Cata, ¿qué fue
lo que pasó el otro día con la mujé’ de Samuel? Ella ni corta ni
perezosa se dejaba llevar por su lengua y comenzaba a relatar lo
sucedido.
Tenía
una suerte tan increíble para estar en el momento en el que pasaban las
cosas, que a veces parecía que era ella quien los provocaba porque no
había ningún chisme de Los Sueños, que ella no se supiera.
Esta,
en cholita y con bata, ya estaba enterada de todo lo que pasó en el
enfrentamiento donde resultó muerto el hijo de Teresa. Fue hasta donde
su comadre Elena a contarle con pelos y señales lo que vio. Se quedaron
paradas en la puerta de la casa.
–
¡Ay, comadre! ¿Usted no se enteró que mataron al hijo de Teresa? Ay esa
señora tan buenesita vale y con ese hijo tan descarriao’.
–
Ay si comadre, así me enteré… ¿pero qué fue lo que pasó? – le preguntó
Elena, activando inmediatamente el mejor don que se le daba a Catalina:
echar cuentos.
–
¡Eso fue horrible! Yo estaba tendiendo una ropa en mi casa, tú sabes
que desde mi ventana se ve clarito pa’ la pared del asesino – aprovechó
esa salvedad para tomar aire y seguir – bueno, cuando voy a pone’ el
gancho en la camisa, escucho un grito y cuando volteo, era el Henderson
que ya había sacado su pistola y todo. Muchacha, cuando veo eso me
asusté tanto que sin querer seguí mirando.
La
comadre Elena puso gesto dudoso cuando escuchó eso. Sabía muy bien que
el chisme era algo que podía más con Catalina que la propia razón.
–
Ay mija, el Jhonaiker, el hijo de Félix, venía ya con la pistola
preparadita, pero este no venía solo, estaba con el care’ e hierro y con
Pelusa…
– ¿Tú viste quién mató al hijo de Teresa? – Elena abrió los ojos que casi se le salen de sus órbitas.
–
¡Claro! No te estoy diciendo que desde mi ventana se ve toda la pared
del asesino… bueno pero chica, cállate y escucha – Elena se puso
nerviosa y la invitó a pasar, no quería que la vieran hablando con Radio
Bemba.
–
Como te decía, el Henderson, cuando ve que se le vienen encima se pone a
disparar como loco pero sin ver, se veía tan nervioso que yo creo que
por eso no le dio a ninguno. El Jhonaiker parecía un demonio, esquivó
todos los tiros y primero le dio en la pierna.
Elena se tapó la boca pero siguió oyendo el relato de Catalina.
–
En eso los tres, Jhonaiker, care’ hierro y Pelusa, lo rodearon y
comenzaron a caerla a tiros como si nada… ay mijita a mi me dio un
soponcio y me quité de la ventana. Había que tener la sangre de hierro
para poder ver eso.
– Pero, Cata ¿ellos no se dieron cuenta que tú los veías?
–
¡NO! Mija, ¿tas loca? ¡sape gato! – Catalina se hizo la señal de la
cruz – esos bichos me ven y hasta son capaces de darme un tiro. Yo me
tapé con la cortina de la ventana.
–
Catalina, eso que dices es muy delicado, ¿tú te imaginas que a oídos de
esos tres llegue que tú los viste? Son capaces de meterse contigo.
–
¿Pero es que acaso tú vas a ir corriendo a contárselo? Esos bichos
deben estar ahorita bien drogados, celebrando la muerte del hijo de
Teresa – Catalina meneó los brazos sobre su cabeza como para restarle
importancia al asunto – Ay pero aquí entre nos ese Henderson era una
joyita, ese es su mamá que dice que es un muchacho sano y que no se
metía con nadie, será que ella nunca lo vio robando y vendiendo drogas.
–
Pobre Teresa vale, debe estar destrozada – Elena parecía sentir de
verdad el dolor de Teresa – ¿y no sabes si recogieron ya el cuerpo?
–
Qué voy a saber yo, me vine fue rapidito a contarte esto – Catalina se
quedó un momento en silencio y luego dijo – Bueno comae’ tú crees que
este cuento es con la partida seca, aunque sea deme un cafecito vale no
sea pichirre.
Elena se levantó a buscar café para las dos pero Catalina se le pegó atrás, y en la cocina siguió con sus cuentos.
–
Ay chica, pero a ese Henderson le pasan las cosas por andar de necio.
La otra vez escuché, que me contó mi comadre Josefa, que le habían dicho
que habían visto al Henderson pidiéndole una plata prestada a
Jhonaiker, pero eso fue antes que le quitara la novia.
Elena le entregó la taza de café a Catalina
– Tú crees que lo mató por reales, pa’ mi fue que estaba picao’ por lo de la novia, porque ese, ese es un demonio en persona.
– Bueno lo cierto del caso, comadre, es que lo mató y ya se cobró lo que le sea que le debía.
Catalina terminó de tomarse el café y le devolvió la taza.
– Bueno, comadre ya me voy. Este barrio está candela y de verdad que prefiero irme pa’ mi racho. Hablamos mañana pues.
Elena
acompañó a Catalina hasta la puerta. Cuando cerró se puso a pensar en
lo chismosa que era su comadre, pero a la vez sonrió porque le gustaba
ser la primera en enterarse de los chimes de Radio Bemba.
Cuando iba de nuevo a la cocina, su hijo también se dirigía para allá.
–
Pero bueno muchacho, tremendo susto que me pegaste. ¿Qué pasó? Aquí no
hay nada pa’ ti, vámonos, fuera de aquí y espérate que los llame para
que coman.
–
Mamá pero yo solo venía a buscar agua – fue para la nevera y se sirvió
un vaso – mira y que hacía aquí mi madrina, seguro dándole a la lengua.
–
¡Pero bueno, respeta! Esa es tu madrina – Elena lo amenazó con darle un
coscorrón – y sí, vino a contarme lo que pasó allá abajo.
– ¿y a quién mataron ahora?
– Al Henderson, pobre Teresa vale, debe estar que no aguanta.
– Ay, mamá pero Henderson andaba en malos pasos, todos sabemos eso.
–
Sí, pero para una madre, un hijo, así ande en malos pasos, es un hijo e
igualito duele. Espérate que seas papá para que sepas.
–
Si tu lo dices, es así – el hijo de Elena le dio un beso en la frente y
se iba de la cocina pero se dio la vuelta porque quería saber más –
mira y ¿quién lo mató, no sabes?
– Tú madrina dice que fue Jhonaiker con Care’ Hierro y Pelusa. Según ella, los vio desde su ventana.
– Sape gato, bueno mamá voy a subir a seguir hablando con Freddy.
–
Por cierto, tú y yo tenemos que hablar porque no me gusta esa junta que
cargas con ese Freddy, ve que ahorita cuando bajes vamos a conversar
muy seriamente.
El hijo de Elena subió y ella se quedó preparando la cena.
Freddy
era la versión Catalina pero hombre y joven, aunque éste solo pasaba
información a los malandros de Los Sueños. Lo llamaban El canta zona.
Cuando veía a la policía en el barrio comenzaba a pitar y eso les daba
chance a los malandros de salir corriendo y como dicen ellos mismos,
encuevarse.
Freddy
andaba siempre todo andrajoso, olía mal y era el que botaba la basura
de la mayoría de las casas de Los Sueños. Era amigo de todo el barrio,
aunque para algunas personas, no entraba en el renglón de persona grata
para entablar una amistad.
–
Chamo, sí mataron a alguien allá abajo en La Pared del Asesino. Mataron
a Henderson, la comadre de mi mamá anda diciendo que fueron Jhonaiker,
Care’ Hierro y Pelusa.
– ¿Qué comadre? – Freddy se interesó en saber quien había contado.
– Radio Bemba, tu sabes que ella ve, oye y dice todo.
– Tremendo beta, chamo. Mira yo me voy a hacer unas cosas. Hablamos mañana.
El
hijo de Elena acompañó a Freddy hasta la puerta y se fue para la cocina
a calarse la lengua de su mamá por haber dejado entrar a Freddy a la
casa.
Al
siguiente día, Catalina estaba despachando unas chucherías a un niño
del barrio y vio pasar a Freddy. Rápido devolvió el cambio al niño y lo
llamó desde la reja de la ventana.
– Mira Freddy, ven acá.
Este se acercó y le preguntó si iba a mandar a botar basura.
–
No chico, que basura ni que basura, mira, qué has escuchado tú por ahí
del entierro del hijo e’ Teresa – Preguntó recostada de la ventana.
– Nada, por ahí no he escuchado nada.
– Cómo no vas a escuchar nada, segurito to’ el mundo sabe a qué hora es… anda, anda, sigue haciendo lo que ibas a hacer.
Elena cerró la ventana de la bodega, se amarró un moño en el cabello suelto y salió a averiguar.
Cuando pasaba frente a La Pared del Asesino, sintió un escalofrío por el cuerpo.
– ¿Qué es pues? Ni que tú nunca fueses pasado por aquí – se dijo a sí misma – si hasta la tienes al frente e’ tu casa y todo.
Subió
las escaleras que daban hasta la cancha y a medio camino se encontró
con una de sus amigas. Con una de las que siempre se sentaba a chismear.
– Hoooola vecina, y eso, ¿usted parada aquí?
–
Ay chica, si te cuento, ahorita vino la mamá de Johnny a contarme que
están velando a Henderson en casa de Teresa y estoy pensado si voy o no
voy. No vayan a decir que uno está es pendiente de un chisme.
–
Que chisme ni que chisme. ¿Cuál es el problema?, ni que nosotras
fuéramos chismosas, viejas sí, pero chismosas nunca. ¡Vamos!
Ambas
terminaron de subir las escaleras y se metieron para la casa de Teresa
donde estaban todos los vecinos acompañándola en su dolor.
Mientras
todos estaban en el velorio, Freddy pasaba por la cancha y recogía unas
latas que metía dentro de un saco. Iba a agarrar una de coca-cola, pero
alguien se la pateó y la mandó al otro lado de la cancha.
– Mira cómo es ese beta que andan diciendo por ahí, ¿qué te dijeron quienes mataron a la bruja esa?
Era Jhonaiker junto a sus amigos quienes habían molestado a Freddy.
– No chamo yo no ando diciendo nada, eso son inventos de la gente – Freddy estaba asustado y levantó las manos.
–
¡Cálmala, loco! Que no te voy a hacer nada – le dijo Jhonaiker mientras
tocaba la cacha de la pistola que tenía en la cintura.
– Verdad, habla claro, quien anda diciendo por ahí eso – Pelusa fue quien habló esta vez.
– Habla pues – dijo Care’ Hierro, propinándole un golpe en la cabeza a Freddy.
– A mí nadie me dijo nada vale – Freddy bajó la cabeza con temor – yo no estoy diciendo nada.
–
Aaa sí – Jhonaiker agarró a Freddy por el cuello y se acercó junto con
él a la escalera para ver la casa donde velaban a Henderson – ¿tú estás
viendo ese velorio? ¿Tú estás viendo ese gentío? Bueno, a ti no te va a
llorar ni un perro, así que déjate de vaina y dime quién anda hablando
por ahí.
– Chamo yo no sé nada vale, enserio – Freddy intentaba soltarse, pero Jhonaiker tenía más fuerza que él.
Fue Pelusa quien le dio un golpe en el estomago, haciendo que Freddy se doblara en el suelo del dolor.
Cuando iba a darle otro golpe, comenzó a hablar.
–
Fue Radio Bemba, Radio Bemba anda diciendo que ustedes mataron al
chamo. Según los vio cuando lo acribillaron allá abajo en La Pared del
Asesino.
Jhonaiker le dio una patada haciendo que se volviera a doblar del dolor.
– Entonces fue la vieja esa quien nos vio. Peor pa’ ella.
– ¿Qué pasó, le damos? – preguntó Care’ Hierro.
– Todavía no.
Pelusa iba a volver a pegarle a Freddy pero en ese momento un viejito salió de su casa y comenzó a gritarle a los tres.
– Cállese la boca, viejo. Este beta no es con usted, quédese quieto – le respondió Jhonaiker.
– ¿Cómo que viejo? Trió e’ malandros, ojala los maten pa’ ve’ a quién se les van a alzar.
– Quédese sano abuelo, quédese sano – Pelusa esta vez fue quien se dirigió al viejito.
Freddy aprovechó que estaban distraídos y salió corriendo escaleras abajo pasando como un rayo por el velorio.
–
Mira se está escapando el loco ese – Care’ Hierro había sacado la
pistola para apuntarlo y dispararle, pero Jhonaiker lo frenó.
– Déjalo quieto que el blanco no es el loco, el blanco es la vieja.
– Pero qué, le vamos a dar ahorita – preguntó Pelusa.
– No, vamos a darle azuquita. A esa la agarramos después.
Jhonaiker
se quedó mirando y en ese momento Catalina, junto a su amiga, salió de
la casa del velorio. Ésta se fijó en los tres malandros y se le quedó
viendo a Jhonaiker pero rápidamente le quitó los ojos de encima.
Asustada, se despidió de su amiga y bajó casi corriendo las escaleras.
Jhonaiker se quedó mirando la trayectoria de Catalina y les dijo a sus amigos.
- Allá va la vieja, esa va pa’ esa… pa’ que siga e’ bocona y deje de ta’ viendo lo que no le importa.
Sus dos amigos comenzaron a reírse y se fueron.
Catalina
llegó a su casa muy nerviosa, cerró la puerta con llave y bajó las
cortinas de las ventanas, en especial, la que daba visión hacia La Pared
del Asesino. Su hijo, quien tenía unos audífonos puestos, se le quedó
mirando sorprendido y bajándoselos de las orejas le preguntó qué pasaba.
– ¿Pero y a usted qué le dio, vio un fantasma o la vienen persiguiendo?
–
¡Qué es muchacho! Ni una cosa ni la otra. Solo que me puse nerviosa por
lo de Henderson, y ver a Teresa en ese estado, de verdad que no provoca
estar más en este barrio.
Su
hijo la miró, decidió no insistir y volvió a colocarse sus audífonos
para irse a su cuarto. Catalina agradeció por primera vez la poca
atención que su hijo le prestaba, porque no tenía ganas de ponerse a
inventar cualquier cosa. Se fue derechito para el teléfono y marcó el
número de su comadre Elena.
– Comadre, pensé que no la iba a encontrar en su casa. Ay, comadre si le cuento lo que me pasó – Catalina le contó todo.
–
Ay, comadre déjese de eso, eso son inventos suyos. Que se van a estar
metiendo esos malandritos con usted, ¿acaso le dijeron algo?
–
No, no, pero el Jhonaiker ese se me quedó viendo feo, y ay comadre,
usted sabe que siempre he tenido palpito pa’ las cosas malas.
–
Nada de eso, cancele eso, usted lo que necesita es un buen chisme pa’
que se olvide de eso – Elena cambió la voz y Catalina se interesó más en
la conversación – a que no adivina quién es la nueva víctima de La
Negra y el Johnny. Usted sabe que ella le consigue muchachitas al Johnny
a cambio de plata… bueno, después que se pasó por el filo a La Cristi,
pues le consiguió a la hija de Julián.
– QUÉEEEÉ, ay chica pero si eso no llega ni a 15 años. Es que ese Johnny está pasa’o… con 21 años y acostándose con bebé.
–
Pero eso no es nada, el Julián se enteró y de bromita no lo mata a
golpes, claro a él y a su hija. Mira ese se puso como una fiera, hasta
aquí se escuchaban los gritos, porque parece que los encontró en su
propia casa…
–
Sí, y parece que hasta la mandó a vivir con su mamá porque dijo que no
se iba a calar sinvergüencería de ninguna niñita – Catalina ya no
hablaba con su comadre, sino con una vecina por teléfono, la estaba
poniendo al día con la información.
–
Ay bueno mija, bien merecido que se lo tiene la niñita esa, porque yo
te voy a decir algo, el Johnny por más que sea es un hombre y no va a
pelar a ninguna que se resbale. Francamente, las niñas de hoy en día no
tienen cerebro.
– Bueno eso es verdad. – Agregó Catalina para cambiar la conversación – mira y ¿vas pal’ entierro del hijo de Teresa?
– Si vale, pa’ acompañá a Teresa, pobrecita, que le vengan a matar a su hijo, joyita y todo era su hijo.
– Si vale… yo también voy a ir. Me pasas buscando pa’ bajar juntas. Me tocas la puerta como a las 10:00AM.
Catalina
colgó el teléfono. Decidió no abrir la bodega en todo el día y se fue
para su cuarto a ver la novela que estaba a punto de empezar.
Al
día siguiente fue al entierro de Henderson, como buena chismosa, se
quedó hasta el final únicamente para recoger toda la información
posible. Era imposible que se pelara ese entierro porque para todos iba.
Su comadre siempre le decía que perdiera la maña porque seguro para el
de ella nadie iría.
Cuando
iba a entrar a su casa, en La Pared del Asesino estaba Jhonaiker parado
mirándola fijamente. De los nervios, tiró las llaves al suelo y se
agachó a recogerlas, cuando se levantó, ya Jhonaiker no estaba. Miró a
todos lados y entró rápido a la casa.
Pasó
una semana del entierro y Catalina no salía de su casa. A todo el
barrio ya le extrañaba aquello, porque ningún chisme se había regado por
la zona. La única que tenía información de Radio Bemba, era su comadre
Elena, a quien siempre le telefoneaba para que la pusiera al día.
Era
domingo por la noche cuando Catalina decidió subir a la cancha para
comprar una bombona de gas porque la que tenía ya se había acabado. Tuvo
que ir ella porque su hijo se había ido de viaje a casa de su papá, es
decir estaba sola en casa.
Iba subiendo las escaleras cuando su amiga le pegó un grito y le dijo que se parara.
– Pero bueno mujer, ¿andabas de viaje o qué? No se te veía la cara – la amiga le dio un golpe suave en el hombro.
– No chica sino que he estado enferma, por eso no salía – mintió.
– Como hasta la bodega esa la tenías cerrada, yo pensé que estabas de viaje.
–
No, no, era solo porque estaba enferma… pero mira, te dejo, tengo un
arroz en la cocina y se me fue el gas, voy a ver si el viejo Luís tiene
pa’ que me dé una.
– Vaya pues, mañana me doy una vueltica por tu casa pa’ chismear un ratico.
Catalina
se despidió y siguió subiendo. Cuando llegó al final de las escaleras,
vio a Jhonaiker pasar por la cancha y se asustó, pero se armó de valor y
fue a comprar la bombona. Para su suerte, si había y el viejo Luís se
la vendió.
Bajaba
las escaleras despacio porque le pesaba la bombona y a su edad, lo
único que no le pesaban eran los chismes, porque de resto, todo le
pesaba un camión.
Quien
la ayudó fue Freddy que estaba a mitad de la escalera. Esta vez se dejó
ayudar porque ya no podía más con el peso. Cuando pasaba por casa de
Teresa, echó un ojo para ver si veía algo, pero la casa estaba oscura.
Al parecer no había nadie.
Llegó
a su casa y le dio 5 bolívares a Freddy por el favor, este se quejó
pero igual lo agarró. Catalina sin ir para la cocina, de una agarró el
teléfono y llamó a su comadre Elena.
– Comadre, en casa de Teresa parece que no hay nadie, ¿usted no sabe pa’ dónde se fueron?
–
Comadre, pero eso quiere decir que salió de su casa. Qué bueno, ¿ya
dejó la tontería que tenía en la cabeza de no salir de su casa?
–
No, no, ninguna tontería, solo que me quedé sin gas y no tenía a quien
mandar… pero sí, eché un ojito y no vi ni luz prendida, pa’ mi que se
fueron pal’ monte ese de donde es la familia de Teresa.
– Pal’ mismo monte donde conociste al papá de tu hijo, así que deja la necedad.
– Bueno chica yo no te estoy llamando pa’ que me digas eso… voy a tranca’ tengo un arroz montado en la cocina.
Catalina
colgó y fue a cambiar la bombona para continuar cocinando el arroz.
Pasó por la ventana de la casa y vio directamente a La Pared del
Asesino. Antes de ir a la cocina, bajó la cortina.
Mientras
pelaba unas zanahorias para hacer una ensalada, se le vino a la mente
Jhonaiker y sintió mucho miedo, tanto que se cortó, pero no por los
nervios, sino que tocaron la puerta con fuerza y gritaron pidiendo
despacho.
–
No hay despacho a esta hora – gritó desde la cocina, metiendo su dedo
debajo del chorro de agua del fregadero para parar la sangre de la
herida.
Volvieron
a tocar la puerta con fuerza y ella gritó nuevamente que no había
despacho. Vio el reloj y notó que ya eran las 9:30PM. Se molestó mucho
más al ver la hora, – como que si vendiera a tan altas horas de la noche
– pensó
Se
secó el dedo con un paño de la cocina y dio un brinco cuando volvieron a
tocar la puerta pero esta vez más duro. No dijo nada sino que maldijo
por lo bajo.
Apagó la llama del arroz e iba a picar las zanahorias cuando volvieron a golpear la puerta de forma brusca.
Agarró
el cuchillo y fue a abrir la puerta a ver quién era que le estaba
jugando una broma, iba a asustarlos para que la dejaran en paz. Abrió y
no vio a nadie. La cerró con fuerza y cuando se terminó de dar la
vuelta, volvieron a tocar más duro.
Sin
pensarlo dos veces, tiró el cuchillo en el mueble y abrió la puerta con
fuerza dejándola abierta. Caminó hasta La Pared del Asesino para mirar
hacia las escaleras. No vio a nadie y gritó para que el que la estaba
molestando, la dejara en paz.
– Pero bueno vale, vayan a tocarle la puerta a la mamá suya. Dejen el fastidio y compórtense.
Iba a pasar para su casa pero cuando se dio la vuelta vio a alguien de quien tenía una semana huyendo: a Jhonaiker.
– A ti es que voy a tocar, pero con una bala en la boca para que dejes
de ser tan bocona – Jhonaiker la apuntó y le disparó directamente en la
cara.
Catalina
cayó con la cabeza resbalando por La Pared del Asesino, dejando una
marca más de sangre en aquella pared. Jhonaiker miró a todas partes
fijándose que nadie lo hubiese visto, luego salió corriendo y se perdió
de vista.
Catalina,
o mejor dicho, Radio Bemba como la conocían en todo el barrio Los
Sueños, había caído muerta por el impacto de bala, dejándole la boca
completamente destruida. Al pasar 10 minutos, uno de los vecinos se
asomó en su ventana y se sorprendió al verla tirada en el suelo rodeada
por un charco de sangre.
Rápidamente
todos los vecinos se pusieron alrededor de la muerta y nadie,
absolutamente nadie lloraba por ella. Todo el mundo cuchicheaba
alrededor del cadáver.
Seguro
la mataron por chismosa... eso fue que le debía plata a alguien... a lo
mejor se puso a decir cosas que no debía... eran los comentarios que se
escuchaban mientras la pobre señora de 50 años se desangraba a los pies
de todos.
La única que se puso a llorar cuando llegó fue su comadre Elena, quien también fue la única en llamar a la policía.
3
"Madre salí a luchar por Venezuela, si no regreso me fui con ella"
Dedicado a Bassil, Robert, Génesis, Danny, Julio, Alexis, Wilmer, Elvis, José Ernesto, Jimmy, Delia, José Alejandro, Arturo, Juan Carlos, Geraldine y a muchos otros de los jóvenes caídos y reprimidos en Venezuela.
Acotación del autor:
Los nombres de los personajes reales fueron cambiados en el relato, al igual que algunos de los acontecimientos. Solo se tomó como referencia algunas de las represiones que vivieron jóvenes caraqueños a partir del 12 de febrero del año 2014 en los tiempos de “guarimbas”. Lo mostrado a continuación tiene sucesos reales, así como imaginarios. Los diálogos de los personajes no son textuales ni parafraseados, se escribieron para la reconstrucción literaria de lo sucedido.
Nada de los hechos de violencia ejercida por efectivos policiales que se muestran a continuación, fueron inventados. Se pueden encontrar reseñados en páginas de noticias nacionales e internacionales, así como en medios impresos del país, a pesar que muchos intentan decir que lo contado es una campaña falsa.
El siguiente capítulo es en memoria a los caídos...
Viernes 7 de febrero
*** Interrumpimos esta nota sobre la inminente escasez existente en el país, debido a que el dirigente opositor ofrece declaraciones desde la sede principal del partido, escuchemos.
Junior estaba revisando su Twitter cuando el anuncio del noticiero lo sorprendió e hizo que tomara el control y subiera volumen al televisor.
*** Estamos aquí, hoy, haciendo un llamado al pueblo para que todos salgamos a las calles a defender nuestro país, a luchar por lo que nos ha robado vilmente el gobierno nacional, gobierno que a través de potes de humo intenta camuflar la arrasadora escasez, la excesiva inseguridad y todas las violaciones a la Constitución de la República. Hago un llamado a todos los jóvenes estudiantes para que este 12 de febrero salgamos a la calle de forma pacífica a decirle al gobierno que no queremos un país donde se censuren los medios de comunicación, que no queremos un país dominado por los malandros y asesinos. Salgamos a la calle a hacer valer nuestro país.
Junior terminó de oír las declaraciones de uno de los líderes opositores ante el gobierno nacional, y, antes de poder informar sobre el llamado por la red social twitter, uno de sus hermanos entró en la habitación.
– Junior acaban de matar a Radio Bemba – dijo el hermano con los ojos abiertos como si no terminara de creer lo sucedido.
– ¿Cómo es la cosa? – Junior transformó su rostro de esperanzado a enfadado – pero si yo la vi temprano.
– Hermano, ahorita cuando sonó el tiro. Se lo dieron a ella.
– ¡Hasta cuando! Esta bendita matadera todos los días. Será que es muy difícil para el gobierno mandar policías para este barrio. Hasta cuando esta vaina vale.
– ¿Qué es? Que gobierno ni que nada – el hermano cruzó los brazos – ¿yo te estoy hablando de gobierno acaso?
– No me estás hablando de gobierno, lo sé, pero si ellos tomaran medidas créeme que esa pobre señora no estaría muerta en estos momentos. Al menos no a manos del hampa.
– Pero bueno anda pues – lo señaló con las manos – pon la denuncia para que veas cómo te van a parar burda.
– De eso se trata, de la injusticia que existe en este país. Por eso el miércoles me voy para la marcha, no me la calo más.
– ¿Cuál marcha? – preguntó el hermano.
– Ahorita convocaron a los estudiantes a una marcha para el 12.
– ¿Y tú vas a ir?, a mi mamá no le gusta que uno se meta en esas cosas.
– Claro que voy a ir. Aquí en mi casa no hago nada. En la calle sí.
Sábado 8 de febrero
La madre de Junior, Lucía, estaba haciendo desayuno mientras escuchaba por la radio una cadena donde el presidente anunciaba una convocatoria a todos los seguidores del gobierno a una marcha el miércoles 12 de febrero para conmemorar los 200 años de la Batalla de la Victoria.
– ¡Ay Dios mío! Pero ese mismo día marchará la oposición. Que ganas de buscar líos vale. Ese hombre en vez de quedarse quieto y dejar marchar a los otros en paz.
Escuchó que Junior se acercaba y apagó la radio rápidamente.
– Mamá no tienes que ocultarme lo de la marcha de ese loco, ya me enteré – le dijo mientras se acercaba a la nevera y agarraba un vaso de agua – y no creas que desistiré de ir a la de la oposición.
– Hijo pero qué vas a hacer tú por ahí en la calle. Tú no ves que eso es provocación. Esa gente junta en la calle lo que va a traer son problemas. Hasta muertos pueden haber ese día.
– Mamá pero por Dios, no hay que ser tan exagerada. Además, si yo veo que la cosa se pone rara, yo me devuelvo pal’ barrio y listo. – Junior se acercó a su mamá y le dio un fuerte abrazo
– Hijo no vayas para ninguna marcha – le suplicó Lucia a su hijo.
– Tranquila mamá – Junior besó la frente de ella – más bien alístate porque tenemos que irnos temprano, mira que hoy toca operación pollo y papel.
Lucía puso los ojos en blanco y dejó a Junior encargado del desayuno. Subió a cambiarse de ropa. Mientras ella estaba arriba en su habitación, alguien llamó a la puerta y Junior fue a ver quién era.
– Épale escuálido, ¿cómo te preparas para esa marcha del miércoles? – Era un vecino de la familia, uno de muchos quienes apoyaban al gobierno.
– Bien vale, pero mejor me preparo ahorita que tengo que ir a ver dónde logro conseguir comida porque tú sabes que no se consigue, verdad.
– Que va. Ustedes y sus cuentos. No van a volver, eso entiéndelo, ni porque salgan a pegar cuatro gritos y dañen las ollas, los escuálidos no volverán – vociferó el vecino.
– ¡Ay no vale! Sigue viviendo en el país de las maravillas. Allá tú. ¿Pero pa’ que viniste?
– Vine a ver si tu hermano estaba para que me pague un dinero que le presté la semana pasada.
– Él no está ahorita, si quieres yo le digo que vaya para tú casa más tarde.
– Esta bien, gracias – el vecino se encaminó pero antes de dar un paso se volteó – por cierto, NO VOLVERÁN.
Junior no aguantó la burla y le cerró la puerta en la cara. Se oyeron las carcajadas del vecino detrás de la puerta. En ese momento bajó Lucía.
– ¿Y a ti qué te pasó que tienes esa cara muchacho? – dijo la madre mientras se agarraba un moño en el cabello.
– Nada, que el fastidioso del vecino vino a buscar a mi hermano y comenzó con el fastidio de que si escuálido y puras tonterías.
– Ay hijo pero no te des mala vida. Allá él. Toma – Lucía le pasó un bolsito vacío de mercado – llévamelo por si conseguimos aceite y harina que tampoco se consigue.
Junior y Lucía estaban en un supermercado cercano al barrio Los Sueños donde, al parecer, había pollo y harina pero cuando llegaron se encontraron con la sorpresa de que tenían que dejarse poner un número en el brazo para así contabilizar a quienes compraban y quiénes no, además de hacer una cola extremadamente larga.
– ¿Y esto qué significa? ¿Acaso somos animales? – le dijo Junior al hombre que estaba poniendo las marcas en el antebrazo.
– ¡Junior cállate! – Lucía le peló los ojos a su hijo.
– ¿Pero por qué me voy a callar? ¿No ves cómo nos están marcando como que si fuéramos vacas?
– Esas son las medidas, si no te gustan puedes irte de la cola – expresó el hombre de las marcas.
– Claro, porque debe ser que a ti te gusta que a tu mamá y a tu mujer las marquen para comprar comida. ¿Eso es lo que quieres tú…
– No se preocupe señor. Disculpe – Lucía le tapó la boca a Junior con las manos e impidió que este siguiera con sus argumentos.
– ¿Pero bueno tú te volviste loco? Tú no entiendes que por tus arranques radicales podemos perder la oportunidad de comprar pollo. Al menos sabemos que vamos a comprar – Lucía reprendió a Junior.
– ¿Loco? ¿Tú me estas llamando loco nada más por reclamar algo que me parece absurdo? – Junior levantaba la voz para que toda la cola lo escuchara - ¿Pero bueno mamá qué te pasa? ¿Acaso no ves que esto es un régimen dictatorial? ¿Quieres esto para ti y tú familia? Además, yo puedo decir misa y él no puede sacarme de la cola porque para eso, creo yo, hay libertad de expresión.
– Hijo no se trata de si quiero o no quiero esto, se trata de que es así y no podemos hacer nada.
– ¡Claro que podemos! Sí podemos mamá. Precisamente de eso se trata, de no calarnos más estas represiones y estas humillaciones.
– Sí ya pues. Tienes razón, pero cálmate. – Lucía estaba angustiada y miraba para todas partes.
Junior decidió quedarse callado pero su cara reflejaba mucha molestia. Decidió ponerse los audífonos para escuchar música mientras hacían la cola que parecía eterna. Así pasaron dos horas y cuando faltaba poco para llegar, el hombre de las marcas salió a dar una información que terminó de molestar mucho más a Junior.
– Señores el pollo y la harina se acabaron. Los que estén interesados en otro producto se pueden quedar y pasar de cinco en cinco y los que no, pueden retirarse.
– Pero bueno vale, esto es una falta de respeto. Dos horas haciendo esta cola, permitiendo que nos marquen como animales, para que luego vengan y digan que se acabó el pollo.
Para sorpresa de Junior, fue un hombre que estaba a 10 personas delante de él quien expresó su rechazo. Luego una mujer mayor de 40 años también se unió.
– Es verdad. Cómo es posible que ni siquiera tengan prioridad con la tercera edad. Una calándose estas colas infernales para que luego nos digan esto. Qué clase de burla nos cree el gobierno.
– Señora cállese la boca y váyase a comprar pa’ los Estados Unidos que allá si la tratan como es, escuálida.
Junior se quedó sorprendido por semejante expresión de uno de los muchachos de la cola.
– ¡Que locura es esta vale! Cómo que se vaya a comprar para los Estados Unidos…
– Hijo, nos vamos – Lucía agarró a Junior por un brazo y se fueron del lugar. Algunos los imitaron y otros se quedaron en la cola bajo un sol abrasador.
Lograron comprar cuatro harina y cuatro azúcar en uno de los cinco supermercados que visitaron. Compraron cuatro de cada producto porque vendían solo dos por personas y aprovecharon para cada uno pagar por separados.
– Es increíble que sigamos en estas – Junior iba por todo el camino regreso al barrio, despotricando en contra del gobierno.
– Qué vamos a hacer hijo. Mientras la gente no termine de abrir los ojos, esto seguirá en las mismas.
Llegaron a la parada de las camionetas. Tomaron una y antes de poder siquiera sentarse, se montó detrás de ellos un hombre muy mal vestido a pedir dinero de la peor forma existente.
– Bueno mi gente yo no necesito buenos días ni nada de eso, yo lo que necesito es rial, así que ustedes verán, o me dan o se los quito.
Lucía agarró a Junior fuerte por un brazo y lo sentó junto a ella en el primer par de puestos vacios que pudo visualizar. El hombre pasó por un lado de ellos.
– Que están esperando pues, que me ponga agresivo. Saquen la plata que yo sé que tienen vale.
Lucia comenzó a rebuscar en el monedero para darle aunque sea dos bolívares pero Junior le hizo señas para que no sacara nada.
Varias personas comenzaron a darle billetes al ladrón y al parecer este ya estaba más calmado que cuando se subió.
– Así me gusta, que se relajen y cooperen.
Agarró un último billete de una señora y se bajó de la camioneta sin mirar a Lucía y a Junior. Ésta soltó un respiro de alivio.
– Pero bueno chofer, cierra esa puerta. No ves que se puede montar otro. Ni que uno fuera millonario – exclamó uno de los pasajeros muy molesto.
– Discúlpenme señores, pero yo no puedo cerrar la puerta. Ustedes pasan en diferentes camionetas todos los días, yo no. Si yo cierro la puerta después esa gente la va a agarrar conmigo. – Esas fueron las palabras del conductor de la unidad pública. Lucía nada más miró a Junior abriendo los ojos más de lo normal para indicarle que ni se le ocurriera decir una sola palabra.
Cuando llegaron a la casa, Junior dejó las dos bolsitas que pudieron comprar después de todo un día en la calle. Las soltó sobre el mesón de la cocina y se dirigió a su habitación para revisar el Twitter.
Prendió el televisor para ver qué información importante estarían pasando y mientras cambiaba los canales, se detuvo en uno donde el ministro de Alimentación estaba inspeccionando un mercado público y aseguraba que estaban todos los alimentos que “el pueblo necesita”. Para su sorpresa, era el mismo mercado donde el pollo se había acabado.
*** Nos encontramos aquí demostrando que sí hay alimentos para el pueblo. Hay pollo, leche, harina, azúcar, aceite, todos esos alimentos, papel higiénico, todo lo que la derecha dice que escasea en el país. Estamos demostrando que lo que quieren es tumbar el gobierno del presidente, pero no podrán lograrlo porque viven inmersos en una mentira.
Junior cambió de canal y de la rabia tuiteó algo y mencionó al ministro
Ministro @minalimentación acabo de venir de ese mercado y no hay nada de lo que dice. No engañe más al pueblo.
Le dio a enviar y automáticamente todos sus seguidores comenzaron a darle RT. Aprovechó la oportunidad y también tuiteó para que todos participaran en la marcha del 12 de febrero.
Compañeros, este #12F salgamos a la calle a decirle al gobierno que Venezuela se respeta. No más escasez, inseguridad ni censura.
Al igual que el anterior, todos dieron RT y comenzó a posicionarse la etiqueta #12FJuventudPaLaCalle
Domingo 9 de febrero
Junior se levantó no por culpa del despertador por unos disparos que sonaron cerca de su casa. Miró el reloj y eran apenas las 8:00 AM. Decidió levantarse y antes de meterse a lavar sus dientes. Su madre entró a la habitación con una mala noticia.
– Mataron a Diego en La Pared del Asesino.
Diego era el mejor amigo de Junior. Desde el colegio siempre compartían amistad. La noticia le cayó como un balde de agua fría en plena mañana. Sin lavarse los dientes, se colocó unos zapatos y salió para la calle.
No pudo llegar hasta el sitio donde su amigo había caído porque solamente escuchar los gritos de la mamá de su amigo, le provocaba mucho nervio y sabía que no iba aguantar de pie si veía a su “hermano” tirado y lleno de sangre. Lucía lo agarró por los brazos y se lo llevó de regreso para la casa.
Ya en la cocina del hogar, la madre le preparó un vaso con agua y azúcar para que Junior se calmara. Éste estaba llorando en silencio y le temblaban las manos.
Su madre prendió el televisor de la sala para tratar de hacer que su hijo de distrajera un poco, pero fue peor.
*** Y a esta hora nos trasladamos hasta el barrio Los Sueños donde el ministro de Interior, Justicia y Paz conversa con los habitantes de la zona para verificar los avances del Plan Barrio en Paz.
*** Estamos aquí en uno de los barrios más felices del país, donde la violencia ha disminuido gracias a los planes del presidente. En este barrio, nada más por brindar unas cifras, el índice de homicidios ha reducido a 7%. Un logro muy importante para la nación…
Junior con los ojos llenos de lágrimas apagó el televisor y se fue para su cuarto. Nuevamente abrió el Twitter y descargó su malestar a través de esa red social porque sabía que ningún otro medio de comunicación reseñaría la realidad que estaban atravesando todos los ciudadanos.
Lunes 10 de febrero
Junior estaba sentado en las escaleras, al frente de su casa, con la vista fijada en La pared del asesino justo donde su amigo había caído muerto el día anterior. Por su mente pasaron varias imágenes que demostraban el por qué le había dolido mucho perder a su amigo. Se iba a levantar para entrar a su casa cuando un vecino se sentó a su lado.
– Y entonces, escualiducho, ¿vas a ir pa’ la marcha el miércoles?
– Pedro, te he dicho mil veces que no soy escuálido sino opositor, y sí, sí voy a marchar.
– Tú como que estas buscando que te maten. Loco, mejor quédate en tu casa, uno nunca sabe lo que pueda pasar.
– He ido a muchas marchas y mírame – Junior se levantó y se señaló – sigo enterito. Yo sí voy a marchar por mi país.
– Allá tú. – Pedro también se levantó – Los pendejos en la calle, mientras los alborotadores tranquilitos viviendo la vida feliz.
Antes que Junior pudiera decir algo, ya el vecino se había dado media vuelta. Iba a gritarle algo, pero decidió que lo mejor era entrar a su casa. Ya estaba por anochecer.
Lucía estaba sentada viendo la televisión cuando Junior atravesó la sala directo a la cocina. Ésta lo siguió.
– Escuché como le decías a Pedro que irías para la marcha… Hijo ya habíamos hablado sobre eso y sabes que no estoy de acuerdo. No deberías ir para ningún lado. – Lucía se paró frente a su hijo implorando con la mirada.
– Precisamente por eso, mamá – Junior no la miraba a los ojos – ya habíamos conversando y dejé muy claro mi posición. Voy a salir a la calle porque estoy cansado de ver cómo te humillan para comprar, estoy cansado de que nos engañen con “el mejor sueldo de América del Sur”, estoy harto de ver cómo censuran medios de comunicación solo por capricho, y puedo seguir diciendo muchas cosas más.
– Lo sé hijo, lo sé, pero me da miedo saber que estarás en la calle expuesto a cualquier cosa – Lucía tomó la cara de su hijo con ternura.
– Entonces ven conmigo – le dijo Junior – ven conmigo y así luchamos juntos mamá. Esto será una protesta pacífica, un derecho de todos.
– Hijo por favor, deja ya la cosa – Lucía seguía hablando con ternura – deja que los demás salgan y luchen…
– Ese es el problema – Junior se apartó de su madre – que siempre hay que esperar que otros luchen por otros. No mamá, la lucha es de todos, no de uno solo.
– Por favor – fueron las dos últimas palabras que Lucía le dijo a su hijo antes que este abandonara la cocina y la dejara hablando sola.
Martes 11 de febrero
Eran las 9:00PM y Junior estaba en su cuarto sobre la cama. Tenía una hoja blanca y un lápiz en donde al parecer pretendía escribir algo para su madre, pero quería elegir las palabras adecuadas. Pasó varios minutos pensando qué colocar. Dejó la hoja y el lápiz sobre la cama y se dirigió a la computadora.
Revisaba el Twitter para ver que se decía de la manifestación que se daría el siguiente día y le sorprendió ver una publicación del presidente de la república.
@Presidencia pueblo, el llamado es a marchar para conmemorar el día de la juventud. Salgamos y tomemos las calles como hace 200 años.
Junior decidió apagar la computadora y por su mente rebotaron las palabras que su madre le había dicho el día anterior. De la misma forma, le pasó por la mente que era lo que iba a escribirle a su madre en aquel papel.
Miércoles 12 de febrero
La convocatoria estaba pautada para las 10:00AM en la Av. Juventud, pero Junior decidió salir muy temprano de su casa para impedir que su madre lo retuviera. Antes de salir, dejó el papel en un lugar estratégico para que su madre lo pudiera leer.
Iba vestido con ropa alusiva al partido de oposición. Junior siempre se caracterizaba por no tener miedo a lo que le pudieran decir en la calle. Mientras bajaba el barrio, varías personas le gritaban consignas pero él se mostró muy tranquilo y siguió su camino.
Cuando llegó a la avenida en donde estaban pautados, las ganas de luchar aumentaron mucho más cuando vio aquella multitud que ya estaba congregada a pesar de ser muy temprano. Tardó varios minutos en hacer algunos amigos.
Todos iban con la acostumbrada gorra tricolor, franelas blancas y pancartas con diversos mensajes donde dejaban muy claro su posición ante los problemas sociales que se presentaban en el país.
Al pasar las horas fueron llegando más y más personas. La avenida estaba a rebosar. Faltaban 10 minutos para la hora en la que arrancaría la marcha cuando uno de los jóvenes se dirigió al grupo entero.
– Todos estamos aquí por una misma causa – dijo el joven que a simple vista parecía tener la misma edad de Junior – no podemos permitir más lo que sucede en nuestro país y quedarnos de brazos cruzados como si nada. Tenemos todo el derecho de marchar hasta el Ministerio Público y hacer valer nuestro derecho como ciudadanos.
La multitud comenzó a gritar varias consignas y el joven, que parecía el líder de la marcha estudiantil, les hizo seña para que avanzaran. Junior siguió a la gente con mucha euforia. Todos caminaban enarbolando varias banderas tricolores y pancartas. Mientras avanzaban cantaban el himno nacional como muestra de paz y solidaridad con el país.
– Tenemos que quedarnos al frente del Ministerio Público hasta que nos atienda alguien – le dijo un estudiante a Junior después de terminar el himno nacional – me llamo Ernesto.
Junior le dio la mano al nuevo amigo y juntos siguieron gritando varias consignas. En el camino se les unieron varios amigos de Ernesto.
Toda la marcha ya había llegado al Ministerio Público, entregaron un documento sin problema alguno y hasta pudieron escuchar al líder del partido opositor que también había acudido a la manifestación. A pesar de la multitud, Junior, Ernesto y el resto de los nuevos amigos, se abrieron paso hasta colocarse frente de la marcha. Para sorpresa de ellos, el llamado era a seguir todos los días en la calle marchando por un país libre.
– La lucha no termina aquí. Váyanse para sus casas- fueron las últimas palabras que dijo el líder opositor a la multitud antes de retirarse.
Sin embargo la manifestación no se disipó por el momento. Se quedaron concentrados un rato más.
Por otro lado, Lucía estaba lavando platos en la cocina pero tenía el televisor de la sala encendido a todo volumen para poder escuchar si decían algo de las marchas mientras hacía sus quehaceres. Un plato se le resbaló de las manos y se estrelló contra el suelo. Lucía estaba muy nerviosa.
Cuando terminó de secar el último plato se sobresaltó al escuchar la popular canción que colocaban al realizar una cadena nacional de radio y televisión. Se apresuró y se sentó frente al televisor.
Como era de esperar, el presidente se estaba dirigiendo al país desde el punto de concentración de la marcha en celebración por los 200 años de la batalla protagonizada por la juventud. Su respiración se calmó un poco al escuchar que ambas marchas se encontraban muy separadas.
En la cadena, el presidente solo emitió varios mensajes históricos e hizo mención de la otra marcha, catalogando a la oposición como un grupo fascista que quería derrocar al gobierno utilizando la violencia y que ellos estarían preparados para responder.
Al terminar el anuncio presidencial, una vecina de Lucía tocó la puerta.
– Vecina un amigo me está diciendo que hay mucha tensión en la calle, al parecer no van a dejar que los estudiantes de la oposición lleguen a donde ellos quieren llegar.
– ¿De dónde sacas eso? – Lucía dejó pasar a su vecina.
– Un amigo, vecina. Él viene de esa marcha y me dijo que vio varios motorizados armados y se vino para su casa. ¿Junior anda en esa marcha?
– Si vecina, no lo pude detener.
La multitud comenzó a avanzar gritando consignas. Junior estaba con el grupo que encabezaban la movilización y sus otros amigos. Cuando llegaron a una esquina, pudieron ver, a cierta distancia, un cordón de la policía trancando el paso.
Ernesto, el amigo de Junior, lo tomó por un brazo y se lo llevó hacía un lado.
– La policía no nos va a dejar pasar. Como siempre nos quieren prohibir nuestro derecho.
Junior iba a decirle algo cuando vio que varios motorizados llegaron y se pararon frente a ellos. Todos portando armas de fuego y tenían pasamontañas puestos. Uno de ellos apuntó con la pistola a los policías y comenzó a disparar, provocando el caos en toda la movilización.
Lucía cambiaba los canales de su televisora por cable tratando de buscar uno donde emitieran lo que sucedía en las calles. Tenía en una mano el control y en la otra un cigarro. Los nervios le daban ganas de fumar, aunque ese hábito lo había perdido hace varios años.
Hubo una oportunidad donde visualizó unas imágenes de una marcha y se quedó viendo. En el insert del canal se leía: MARCHA OPOSITORA EN VENEZUELA. Las imágenes que veía hicieron que su preocupación aumentara mucho más.
Los policías comenzaron a disparar hacía los manifestantes respondiendo a los disparos que varios motorizados les habían lanzado. Al parecer estos no distinguían quienes habían comenzado las detonaciones porque la ráfaga de tiros iba dirigida a los estudiantes.
Junior tomó a Ernesto por un brazo.
– ¡CORRE! – le dijo.
Ernesto salió corriendo tras él pero una bala, proveniente de uno de los policías que se había acercado, le dio en la cabeza por la parte de atrás. Junior se dio la vuelta y pudo ver como su recién amigo caía al suelo muerto en manos de la policía nacional.
Su instinto fue el de salir en ayuda. El policía al ver que había dado en el blanco, se retiró. Junior se agachó y verificó si Ernesto tenía pulso. Varios jóvenes se acercaron pero ya era demasiado tarde. Ernesto ya estaba muerto.
Entre todos lo levantaron del suelo y siguieron corriendo con él en los brazos. Mientras corrían podían escuchar detonaciones. Junior ya no sabía si eran los policías o los motorizados. Lo único que sabía era que los estaban matando.
Lucía siguió viendo las imágenes del canal extranjero, el único que transmitía lo que ocurría. Una fuerte represión era lo que observaba, veía claramente como la Guardia Nacional lanzaba gases lacrimógenos a los estudiantes y cómo disparaban perdigones a quema ropa. Soltó el control sobre uno de los muebles y comenzó a caminar de un lado a otro con las dos manos puestas en la cabeza. Volvió a mirar la TV y se dio cuenta que un ancla estaba narrando una información. Tomó el control y subió el volumen.
*** En estos momentos nuestro corresponsal en Venezuela nos reporta que hay un joven muerto que aun no lo han podido identificar, lo que se sabe es que los demás estudiantes lo llevan cargado. También nos reporta que en los canales de Venezuela no están transmitiendo lo que ocurre en estos momentos, sin embargo las redes sociales están siendo protagonistas de las informaciones.
Lucía maldijo su poco desenvolvimiento con la computadora. Por internet era el único lugar en donde vería lo que sucedía. Mientras caminaba de un lado para otro, se sorprendió porque dejó de escuchar el televisor. Se dio la vuelta para ver qué pasaba y para su sorpresa, la pantalla estaba negra y solo había un recuadro azul que decía: comuníquese con su operadora de cable. Canal temporalmente fuera del aire.
Junior seguía corriendo junto a los demás manifestantes aun cargando a Ernesto. Tenía el hombro manchado de sangre, la sangre de su recién amigo. Llegaron a dos avenidas más arriba donde estaba un hospital cercano y dejaron el cuerpo de Ernesto en mano de doctores. Aun se escuchaban disparos a pesar de la distancia en la que se encontraban de donde dejaron el alboroto.
Salieron del hospital y aun en las calles había mucho alboroto, la manifestación se había dispersado y con ella los efectivos de la policía y la guardia.
Junior aunque no lo demostraba, por dentro estaba muy desorientado. Acababa de ver como mataban a un compañero a centímetros de él. Lo cargó y su franela estaba manchada de sangre. Estaba desesperado internamente. Quiso aprovechar que estaba en una calle por donde podía irse al barrio, cuando varios motorizados encapuchados aparecieron haciendo que los manifestantes retrocedieran. Algunos se quitaron las franelas y se tapaban la cara para protegerse del gas lacrimógeno y tomaban piedras, palos, botellas y lo que encontraran para poder defenderse.
No le quedó de otra sino correr a la dirección contraria junto a la marcha para protegerse y no resultar herido. Veía también como montaban a golpes a varios de sus compañeros y se preocupaba por no saber qué harían con ellos.
Lucía se había sentado en la computadora de Junior y como pudo la encendió. Estaba intentando recordar cómo era que se conectaba a la red para poder ver cómo carrizo haría para buscar lo que estaba ocurriendo. También había encendido el televisor de su hijo para escuchar si decían algo. Mientras revisaba el computador, escuchó por la noticia una información.
*** La marcha opositora anunciada por el líder del partido opositor se ha vuelto violenta. Estudiantes arremeten contra efectivos de la policía y la guardia.
Lucía pegó un brinco porque su otro hijo llegó por detrás de ella y tan nerviosa estaba que no lo escuchó llegar y por eso se había asustado.
– Qué pasó vieja, ¿por qué tan nerviosa? – preguntó el joven.
– Ay mijo, menos mal llegas, ayúdame a buscar aquí en esta computadora qué sucede en la marcha, ahorita escuché que se puso violenta y hasta ya hay un muerto.
– No me digas que Junior se fue para esa marcha. Eso que se lo dije, que vaina con mi hermano vale.
El hermano ingresó en su cuenta en Twitter y pudo ver varios tweets que iban relatando lo sucedido como realmente iban ocurriendo los hechos.
– Mamá aquí ponen que la cosa está fea. La policía está lanzando perdigones y bombas lacrimógenas a los estudiantes. Mira hasta ahí una foto donde se ve que están cargando a un muerto.
Lucía se acercó bien para ver la imagen. En ella se notaba claramente cómo cinco muchachos cargaban un muerto. Todos se veían con cara de preocupación y de indignación. Su hijo iba a quitar la foto cuando ella pegó un grito.
– Pero mira, uno de los que está cargando al joven es tu hermano – se puso la mano en la boca y automáticamente con la otra se hizo la señal de la santa cruz.
Ya habían pasado más de 5 horas, estaba por anochecer y Junior aun estaba en la calle con los demás estudiantes. Había visto caer a más jóvenes por culpa de la policía. Solo había visto cómo morían 2 personas, no quiso pensar a cuanto había crecido la cifra desde el último hasta la hora en la que se encontraba. Sin contar lo que ocurría en el resto del país.
– Muchachos, atención – era uno de los manifestantes que aun se encontraban en las calles – nos están matando, nos están reprimiendo de la forma más violenta posible. Nosotros estamos luchando por una Venezuela en donde esto no exista. No podemos seguir permitiendo esto. No nos dejemos callar, hagamos eco de lo que pasa en Venezuela. Utilicemos nuestras redes sociales para demostrarle al mundo cómo el gobierno intenta callar a millones de venezolanos.
Todo el grupo que se encontraba comenzó a gritar consignas de libertad y cese de represión. La adrenalina comenzó a subir por el cuerpo de Junior, pero al mismo tiempo bajó cuando recordó que en su casa estaría muy nerviosa su madre esperando que él regresara.
Se calló por un momento y pensó que la carta que le había dejado a su mamá explicaba el por qué y para qué había ido a luchar, una lucha que solamente la muerte podría detener.
Estaban planeando trancar las calles con basura, cauchos, lo que encontraran, cuando varios motorizados se acercaron y comenzaron a disparar, logrando dispersar el grupo. Junior quedó atrapado entre dos motorizados y no le dio chance de correr, lo único que hizo fue arrodillarse y cerrar los ojos para no ver como uno de ellos apuntaba una pistola directo hacia él.
***
Pasaron dos semanas y Lucía aun no tenía ni idea del paradero de su hijo. Por medio de un canal extranjero, que aun el gobierno no sacaba del aire de las cableras, pudo enterarse que había un número importante de estudiantes desaparecidos que aun no se sabía nada de ellos, que el líder opositor fue puesto tras las rejas acusado de muchos cargos, que para la gente, son simples inventos para apresarlo. Las protestas aumentaron y se convirtieron en guarimbas que servían para cerrar las calles y evitar el acceso. A raíz de eso, las muertes se incrementaron, tanto de efectivos policiales como de estudiantes.
Lo que más preocupaba a Lucía era que había una cifra alta de jóvenes muertos a mano de la violencia generada por colectivos armados y la guardia.
Día tras día, noche tras noche, prendía una velita para mantener viva la esperanza de que en cualquier momento Junior atravesaría la puerta y le dijera: ¡mamá estoy aquí!
Siempre terminaba llorando porque veía por internet, con la ayuda de su otro hijo, relatos de heridos, quienes pasaban por muchos momentos difíciles.
*** Me llevaban a unas celdas y me golpeaban. Se reían de mí y me decían que si llegaba a decir algo de lo que me hacían me buscarían a mí y a mi familia para matarnos. Nos echaban agua fría y luego nos pegaban corriente. Fueron momentos muy duros. Ahorita me estoy presentando semanalmente en los tribunales como cualquier criminal, y solo lo que estaba haciendo era alzar mi voz para ser escuchado, no para ser reprimido.
Lucía no dormía bien, siempre se despertaba a causa de las pesadillas. Imaginaba a su hijo siendo torturado o metido en una cárcel sin poder saber nada de él. Sabía que hasta podía estar muerto, pero no quería pensar mucho en esa opción.
Todas las noches antes de acostarse, leía la carta que Junior le había dejado bajo su almohada, la misma que ella leyó por primera vez, la noche del 12 de febrero, aquella que nunca se le borraría de la mente.
“Madre, me fui a luchar por Venezuela, si no regreso, me fui con ella”*
Esa era la única línea que le quedaba de Junior, su hijo, un hijo el cual más nunca pudo ver ni decirle cuanto lo amaba.
*Frase del estudiante fallecido Bassil Da Costa, publicada por la red social Facebook el 11 de febrero, día antes de su muerte en la manifestación del 12-F.
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