La Pared del Asesino #2doCapítulo

2

"Allá va la vieja, esa va pa' esa" 


Catalina, como era de esperar, no aguantó dos minutos para ir a informar al resto del barrio Los Sueños todo lo sucedido con el muerto que al parecer, según ella, sabía a quién le pertenecían las balas que acabaron con la vida de Henderson.

Ella era los cinco sentidos del barrio, es decir, oía, veía, tocaba, sentía y hablaba todo lo que sucedía en la zona. Al parecer en sus 50 años de vida, lo único a lo que se había dedicado era a atender la bodeguita que tenía en su casa y a averiguarle la vida a sus vecinos.

En Los Sueños era conocida como Radio Bemba porque todo lo que sucedía ella lo informaba tal cual cómo pasó y hasta, en algunas oportunidades, exageraba un poco e inventaba escenas que nunca habían ocurrido.

Ya todo el mundo la conocía, pero sin embargo cuando iban a comprar un refresco o una galleta aprovechaban y le decían: entonces Cata, ¿qué fue lo que pasó el otro día con la mujé’ de Samuel? Ella ni corta ni perezosa se dejaba llevar por su lengua y comenzaba a relatar lo sucedido.

Tenía una suerte tan increíble para estar en el momento en el que pasaban las cosas, que a veces parecía que era ella quien los provocaba porque no había ningún chisme de Los Sueños, que ella no se supiera.

Esta, en cholita y con bata, ya estaba enterada de todo lo que pasó en el enfrentamiento donde resultó muerto el hijo de Teresa. Fue hasta donde su comadre Elena a contarle con pelos y señales lo que vio. Se quedaron paradas en la puerta de la casa.

​– ¡Ay, comadre! ¿Usted no se enteró que mataron al hijo de Teresa? Ay esa señora tan buenesita vale y con ese hijo tan descarriao’.

​– Ay si comadre, así me enteré… ¿pero qué fue lo que pasó? – le preguntó Elena, activando inmediatamente el mejor don que se le daba a Catalina: echar cuentos.

​– ¡Eso fue horrible! Yo estaba tendiendo una ropa en mi casa, tú sabes que desde mi ventana se ve clarito pa’ la pared del asesino – aprovechó esa salvedad para tomar aire y seguir – bueno, cuando voy a pone’ el gancho en la camisa, escucho un grito y cuando volteo, era el Henderson que ya había sacado su pistola y todo. Muchacha, cuando veo eso me asusté tanto que sin querer seguí mirando.

​La comadre Elena puso gesto dudoso cuando escuchó eso. Sabía muy bien que el chisme era algo que podía más con Catalina que la propia razón.

​– Ay mija, el Jhonaiker, el hijo de Félix, venía ya con la pistola preparadita, pero este no venía solo, estaba con el care’ e hierro y con Pelusa…

​– ¿Tú viste quién mató al hijo de Teresa? – Elena abrió los ojos que casi se le salen de sus órbitas.

​– ¡Claro! No te estoy diciendo que desde mi ventana se ve toda la pared del asesino… bueno pero chica, cállate y escucha – Elena se puso nerviosa y la invitó a pasar, no quería que la vieran hablando con Radio Bemba.

​– Como te decía, el Henderson, cuando ve que se le vienen encima se pone a disparar como loco pero sin ver, se veía tan nervioso que yo creo que por eso no le dio a ninguno. El Jhonaiker parecía un demonio, esquivó todos los tiros y primero le dio en la pierna.

​Elena se tapó la boca pero siguió oyendo el relato de Catalina.

​– En eso los tres, Jhonaiker, care’ hierro y Pelusa, lo rodearon y comenzaron a caerla a tiros como si nada… ay mijita a mi me dio un soponcio y me quité de la ventana. Había que tener la sangre de hierro para poder ver eso.

​– Pero, Cata ¿ellos no se dieron cuenta que tú los veías?

​– ¡NO! Mija, ¿tas loca? ¡sape gato! – Catalina se hizo la señal de la cruz – esos bichos me ven y hasta son capaces de darme un tiro. Yo me tapé con la cortina de la ventana.

​– Catalina, eso que dices es muy delicado, ¿tú te imaginas que a oídos de esos tres llegue que tú los viste? Son capaces de meterse contigo.

​– ¿Pero es que acaso tú vas a ir corriendo a contárselo? Esos bichos deben estar ahorita bien drogados, celebrando la muerte del hijo de Teresa – Catalina meneó los brazos sobre su cabeza como para restarle importancia al asunto – Ay pero aquí entre nos ese Henderson era una joyita, ese es su mamá que dice que es un muchacho sano y que no se metía con nadie, será que ella nunca lo vio robando y vendiendo drogas.

​– Pobre Teresa vale, debe estar destrozada – Elena parecía sentir de verdad el dolor de Teresa – ¿y no sabes si recogieron ya el cuerpo?

​– Qué voy a saber yo, me vine fue rapidito a contarte esto – Catalina se quedó un momento en silencio y luego dijo – Bueno comae’ tú crees que este cuento es con la partida seca, aunque sea deme un cafecito vale no sea pichirre.

​Elena se levantó a buscar café para las dos pero Catalina se le pegó atrás, y en la cocina siguió con sus cuentos.

​– Ay chica, pero a ese Henderson le pasan las cosas por andar de necio. La otra vez escuché, que me contó mi comadre Josefa, que le habían dicho que habían visto al Henderson pidiéndole una plata prestada a Jhonaiker, pero eso fue antes que le quitara la novia.

​Elena le entregó la taza de café a Catalina

​– Tú crees que lo mató por reales, pa’ mi fue que estaba picao’ por lo de la novia, porque ese, ese es un demonio en persona.

​– Bueno lo cierto del caso, comadre, es que lo mató y ya se cobró lo que le sea que le debía.

​Catalina terminó de tomarse el café y le devolvió la taza.

​– Bueno, comadre ya me voy. Este barrio está candela y de verdad que prefiero irme pa’ mi racho. Hablamos mañana pues.

​Elena acompañó a Catalina hasta la puerta. Cuando cerró se puso a pensar en lo chismosa que era su comadre, pero a la vez sonrió porque le gustaba ser la primera en enterarse de los chimes de Radio Bemba.

​Cuando iba de nuevo a la cocina, su hijo también se dirigía para allá.

​– Pero bueno muchacho, tremendo susto que me pegaste. ¿Qué pasó? Aquí no hay nada pa’ ti, vámonos, fuera de aquí y espérate que los llame para que coman.

​– Mamá pero yo solo venía a buscar agua – fue para la nevera y se sirvió un vaso – mira y que hacía aquí mi madrina, seguro dándole a la lengua.

​– ¡Pero bueno, respeta! Esa es tu madrina – Elena lo amenazó con darle un coscorrón – y sí, vino a contarme lo que pasó allá abajo.

​– ¿y a quién mataron ahora?

​– Al Henderson, pobre Teresa vale, debe estar que no aguanta.

​– Ay, mamá pero Henderson andaba en malos pasos, todos sabemos eso.

– Sí, pero para una madre, un hijo, así ande en malos pasos, es un hijo e igualito duele. Espérate que seas papá para que sepas.

– Si tu lo dices, es así – el hijo de Elena le dio un beso en la frente y se iba de la cocina pero se dio la vuelta porque quería saber más – mira y ¿quién lo mató, no sabes?

– Tú madrina dice que fue Jhonaiker con Care’ Hierro y Pelusa. Según ella, los vio desde su ventana.

– Sape gato, bueno mamá voy a subir a seguir hablando con Freddy.

– Por cierto, tú y yo tenemos que hablar porque no me gusta esa junta que cargas con ese Freddy, ve que ahorita cuando bajes vamos a conversar muy seriamente.

El hijo de Elena subió y ella se quedó preparando la cena.

Freddy era la versión Catalina pero hombre y joven, aunque éste solo pasaba información a los malandros de Los Sueños. Lo llamaban El canta zona. Cuando veía a la policía en el barrio comenzaba a pitar y eso les daba chance a los malandros de salir corriendo y como dicen ellos mismos, encuevarse.

Freddy andaba siempre todo andrajoso, olía mal y era el que botaba la basura de la mayoría de las casas de Los Sueños. Era amigo de todo el barrio, aunque para algunas personas, no entraba en el renglón de persona grata para entablar una amistad.

– Chamo, sí mataron a alguien allá abajo en La Pared del Asesino. Mataron a Henderson, la comadre de mi mamá anda diciendo que fueron Jhonaiker, Care’ Hierro y Pelusa.

– ¿Qué comadre? – Freddy se interesó en saber quien había contado.

– Radio Bemba, tu sabes que ella ve, oye y dice todo.

– Tremendo beta, chamo. Mira yo me voy a hacer unas cosas. Hablamos mañana.

El hijo de Elena acompañó a Freddy hasta la puerta y se fue para la cocina a calarse la lengua de su mamá por haber dejado entrar a Freddy a la casa.

Al siguiente día, Catalina estaba despachando unas chucherías a un niño del barrio y vio pasar a Freddy. Rápido devolvió el cambio al niño y lo llamó desde la reja de la ventana.

– Mira Freddy, ven acá.

Este se acercó y le preguntó si iba a mandar a botar basura.

– No chico, que basura ni que basura, mira, qué has escuchado tú por ahí del entierro del hijo e’ Teresa – Preguntó recostada de la ventana.

– Nada, por ahí no he escuchado nada.

– Cómo no vas a escuchar nada, segurito to’ el mundo sabe a qué hora es… anda, anda, sigue haciendo lo que ibas a hacer.

Elena cerró la ventana de la bodega, se amarró un moño en el cabello suelto y salió a averiguar.

Cuando pasaba frente a La Pared del Asesino, sintió un escalofrío por el cuerpo.

– ¿Qué es pues? Ni que tú nunca fueses pasado por aquí – se dijo a sí misma – si hasta la tienes al frente e’ tu casa y todo.

​Subió las escaleras que daban hasta la cancha y a medio camino se encontró con una de sus amigas. Con una de las que siempre se sentaba a chismear.

​– Hoooola vecina, y eso, ¿usted parada aquí?

​– Ay chica, si te cuento, ahorita vino la mamá de Johnny a contarme que están velando a Henderson en casa de Teresa y estoy pensado si voy o no voy. No vayan a decir que uno está es pendiente de un chisme.

​– Que chisme ni que chisme. ¿Cuál es el problema?, ni que nosotras fuéramos chismosas, viejas sí, pero chismosas nunca. ¡Vamos!

​Ambas terminaron de subir las escaleras y se metieron para la casa de Teresa donde estaban todos los vecinos acompañándola en su dolor.

​Mientras todos estaban en el velorio, Freddy pasaba por la cancha y recogía unas latas que metía dentro de un saco. Iba a agarrar una de coca-cola, pero alguien se la pateó y la mandó al otro lado de la cancha.

​– Mira cómo es ese beta que andan diciendo por ahí, ¿qué te dijeron quienes mataron a la bruja esa?

​Era Jhonaiker junto a sus amigos quienes habían molestado a Freddy.

​– No chamo yo no ando diciendo nada, eso son inventos de la gente – Freddy estaba asustado y levantó las manos.

​– ¡Cálmala, loco! Que no te voy a hacer nada – le dijo Jhonaiker mientras tocaba la cacha de la pistola que tenía en la cintura.

​– Verdad, habla claro, quien anda diciendo por ahí eso – Pelusa fue quien habló esta vez.

​– Habla pues – dijo Care’ Hierro, propinándole un golpe en la cabeza a Freddy.

​– A mí nadie me dijo nada vale – Freddy bajó la cabeza con temor – yo no estoy diciendo nada.

​– Aaa sí – Jhonaiker agarró a Freddy por el cuello y se acercó junto con él a la escalera para ver la casa donde velaban a Henderson – ¿tú estás viendo ese velorio? ¿Tú estás viendo ese gentío? Bueno, a ti no te va a llorar ni un perro, así que déjate de vaina y dime quién anda hablando por ahí.

​– Chamo yo no sé nada vale, enserio – Freddy intentaba soltarse, pero Jhonaiker tenía más fuerza que él.

​Fue Pelusa quien le dio un golpe en el estomago, haciendo que Freddy se doblara en el suelo del dolor.

​Cuando iba a darle otro golpe, comenzó a hablar.

​– Fue Radio Bemba, Radio Bemba anda diciendo que ustedes mataron al chamo. Según los vio cuando lo acribillaron allá abajo en La Pared del Asesino.

​Jhonaiker le dio una patada haciendo que se volviera a doblar del dolor.

​– Entonces fue la vieja esa quien nos vio. Peor pa’ ella.

​– ¿Qué pasó, le damos? – preguntó Care’ Hierro.

​– Todavía no.

​Pelusa iba a volver a pegarle a Freddy pero en ese momento un viejito salió de su casa y comenzó a gritarle a los tres.

​– Cállese la boca, viejo. Este beta no es con usted, quédese quieto – le respondió Jhonaiker.

​– ¿Cómo que viejo? Trió e’ malandros, ojala los maten pa’ ve’ a quién se les van a alzar.

​– Quédese sano abuelo, quédese sano – Pelusa esta vez fue quien se dirigió al viejito.

​Freddy aprovechó que estaban distraídos y salió corriendo escaleras abajo pasando como un rayo por el velorio.

​– Mira se está escapando el loco ese – Care’ Hierro había sacado la pistola para apuntarlo y dispararle, pero Jhonaiker lo frenó.

​– Déjalo quieto que el blanco no es el loco, el blanco es la vieja.

​– Pero qué, le vamos a dar ahorita – preguntó Pelusa.

​– No, vamos a darle azuquita. A esa la agarramos después.

​Jhonaiker se quedó mirando y en ese momento Catalina, junto a su amiga, salió de la casa del velorio. Ésta se fijó en los tres malandros y se le quedó viendo a Jhonaiker pero rápidamente le quitó los ojos de encima. Asustada, se despidió de su amiga y bajó casi corriendo las escaleras.

​Jhonaiker se quedó mirando la trayectoria de Catalina y les dijo a sus amigos.

​- Allá va la vieja, esa va pa’ esa… pa’ que siga e’ bocona y deje de ta’ viendo lo que no le importa.

​Sus dos amigos comenzaron a reírse y se fueron.

​Catalina llegó a su casa muy nerviosa, cerró la puerta con llave y bajó las cortinas de las ventanas, en especial, la que daba visión hacia La Pared del Asesino. Su hijo, quien tenía unos audífonos puestos, se le quedó mirando sorprendido y bajándoselos de las orejas le preguntó qué pasaba.

​– ¿Pero y a usted qué le dio, vio un fantasma o la vienen persiguiendo?

​– ¡Qué es muchacho! Ni una cosa ni la otra. Solo que me puse nerviosa por lo de Henderson, y ver a Teresa en ese estado, de verdad que no provoca estar más en este barrio.

​Su hijo la miró, decidió no insistir y volvió a colocarse sus audífonos para irse a su cuarto. Catalina agradeció por primera vez la poca atención que su hijo le prestaba, porque no tenía ganas de ponerse a inventar cualquier cosa. Se fue derechito para el teléfono y marcó el número de su comadre Elena.

– Comadre, pensé que no la iba a encontrar en su casa. Ay, comadre si le cuento lo que me pasó – Catalina le contó todo.

​– Ay, comadre déjese de eso, eso son inventos suyos. Que se van a estar metiendo esos malandritos con usted, ¿acaso le dijeron algo?

​– No, no, pero el Jhonaiker ese se me quedó viendo feo, y ay comadre, usted sabe que siempre he tenido palpito pa’ las cosas malas.

​– Nada de eso, cancele eso, usted lo que necesita es un buen chisme pa’ que se olvide de eso – Elena cambió la voz y Catalina se interesó más en la conversación – a que no adivina quién es la nueva víctima de La Negra y el Johnny. Usted sabe que ella le consigue muchachitas al Johnny a cambio de plata… bueno, después que se pasó por el filo a La Cristi, pues le consiguió a la hija de Julián.

​– QUÉEEEÉ, ay chica pero si eso no llega ni a 15 años. Es que ese Johnny está pasa’o… con 21 años y acostándose con bebé.

​– Pero eso no es nada, el Julián se enteró y de bromita no lo mata a golpes, claro a él y a su hija. Mira ese se puso como una fiera, hasta aquí se escuchaban los gritos, porque parece que los encontró en su propia casa…

​– Sí, y parece que hasta la mandó a vivir con su mamá porque dijo que no se iba a calar sinvergüencería de ninguna niñita – Catalina ya no hablaba con su comadre, sino con una vecina por teléfono, la estaba poniendo al día con la información.

​– Ay bueno mija, bien merecido que se lo tiene la niñita esa, porque yo te voy a decir algo, el Johnny por más que sea es un hombre y no va a pelar a ninguna que se resbale. Francamente, las niñas de hoy en día no tienen cerebro.

​– Bueno eso es verdad. – Agregó Catalina para cambiar la conversación – mira y ¿vas pal’ entierro del hijo de Teresa?

​– Si vale, pa’ acompañá a Teresa, pobrecita, que le vengan a matar a su hijo, joyita y todo era su hijo.

​– Si vale… yo también voy a ir. Me pasas buscando pa’ bajar juntas. Me tocas la puerta como a las 10:00AM.

​Catalina colgó el teléfono. Decidió no abrir la bodega en todo el día y se fue para su cuarto a ver la novela que estaba a punto de empezar.

​Al día siguiente fue al entierro de Henderson, como buena chismosa, se quedó hasta el final únicamente para recoger toda la información posible. Era imposible que se pelara ese entierro porque para todos iba. Su comadre siempre le decía que perdiera la maña porque seguro para el de ella nadie iría.

​Cuando iba a entrar a su casa, en La Pared del Asesino estaba Jhonaiker parado mirándola fijamente. De los nervios, tiró las llaves al suelo y se agachó a recogerlas, cuando se levantó, ya Jhonaiker no estaba. Miró a todos lados y entró rápido a la casa.

​Pasó una semana del entierro y Catalina no salía de su casa. A todo el barrio ya le extrañaba aquello, porque ningún chisme se había regado por la zona. La única que tenía información de Radio Bemba, era su comadre Elena, a quien siempre le telefoneaba para que la pusiera al día.

​Era domingo por la noche cuando Catalina decidió subir a la cancha para comprar una bombona de gas porque la que tenía ya se había acabado. Tuvo que ir ella porque su hijo se había ido de viaje a casa de su papá, es decir estaba sola en casa.

​Iba subiendo las escaleras cuando su amiga le pegó un grito y le dijo que se parara.

​– Pero bueno mujer, ¿andabas de viaje o qué? No se te veía la cara – la amiga le dio un golpe suave en el hombro.

​– No chica sino que he estado enferma, por eso no salía – mintió.

​– Como hasta la bodega esa la tenías cerrada, yo pensé que estabas de viaje.

​– No, no, era solo porque estaba enferma… pero mira, te dejo, tengo un arroz en la cocina y se me fue el gas, voy a ver si el viejo Luís tiene pa’ que me dé una.

​– Vaya pues, mañana me doy una vueltica por tu casa pa’ chismear un ratico.

​Catalina se despidió y siguió subiendo. Cuando llegó al final de las escaleras, vio a Jhonaiker pasar por la cancha y se asustó, pero se armó de valor y fue a comprar la bombona. Para su suerte, si había y el viejo Luís se la vendió.

​Bajaba las escaleras despacio porque le pesaba la bombona y a su edad, lo único que no le pesaban eran los chismes, porque de resto, todo le pesaba un camión.

​Quien la ayudó fue Freddy que estaba a mitad de la escalera. Esta vez se dejó ayudar porque ya no podía más con el peso. Cuando pasaba por casa de Teresa, echó un ojo para ver si veía algo, pero la casa estaba oscura. Al parecer no había nadie.

​Llegó a su casa y le dio 5 bolívares a Freddy por el favor, este se quejó pero igual lo agarró. Catalina sin ir para la cocina, de una agarró el teléfono y llamó a su comadre Elena.

​– Comadre, en casa de Teresa parece que no hay nadie, ¿usted no sabe pa’ dónde se fueron?

​– Comadre, pero eso quiere decir que salió de su casa. Qué bueno, ¿ya dejó la tontería que tenía en la cabeza de no salir de su casa?

​– No, no, ninguna tontería, solo que me quedé sin gas y no tenía a quien mandar… pero sí, eché un ojito y no vi ni luz prendida, pa’ mi que se fueron pal’ monte ese de donde es la familia de Teresa.

​– Pal’ mismo monte donde conociste al papá de tu hijo, así que deja la necedad.

​– Bueno chica yo no te estoy llamando pa’ que me digas eso… voy a tranca’ tengo un arroz montado en la cocina.

​Catalina colgó y fue a cambiar la bombona para continuar cocinando el arroz. Pasó por la ventana de la casa y vio directamente a La Pared del Asesino. Antes de ir a la cocina, bajó la cortina.

​Mientras pelaba unas zanahorias para hacer una ensalada, se le vino a la mente Jhonaiker y sintió mucho miedo, tanto que se cortó, pero no por los nervios, sino que tocaron la puerta con fuerza y gritaron pidiendo despacho.

​– No hay despacho a esta hora – gritó desde la cocina, metiendo su dedo debajo del chorro de agua del fregadero para parar la sangre de la herida.

​Volvieron a tocar la puerta con fuerza y ella gritó nuevamente que no había despacho. Vio el reloj y notó que ya eran las 9:30PM. Se molestó mucho más al ver la hora, – como que si vendiera a tan altas horas de la noche – pensó

​Se secó el dedo con un paño de la cocina y dio un brinco cuando volvieron a tocar la puerta pero esta vez más duro. No dijo nada sino que maldijo por lo bajo.

​Apagó la llama del arroz e iba a picar las zanahorias cuando volvieron a golpear la puerta de forma brusca.

​Agarró el cuchillo y fue a abrir la puerta a ver quién era que le estaba jugando una broma, iba a asustarlos para que la dejaran en paz. Abrió y no vio a nadie. La cerró con fuerza y cuando se terminó de dar la vuelta, volvieron a tocar más duro.

​Sin pensarlo dos veces, tiró el cuchillo en el mueble y abrió la puerta con fuerza dejándola abierta. Caminó hasta La Pared del Asesino para mirar hacia las escaleras. No vio a nadie y gritó para que el que la estaba molestando, la dejara en paz.

​– Pero bueno vale, vayan a tocarle la puerta a la mamá suya. Dejen el fastidio y compórtense.

​Iba a pasar para su casa pero cuando se dio la vuelta vio a alguien de quien tenía una semana huyendo: a Jhonaiker.

​ – A ti es que voy a tocar, pero con una bala en la boca para que dejes de ser tan bocona – Jhonaiker la apuntó y le disparó directamente en la cara.

​Catalina cayó con la cabeza resbalando por La Pared del Asesino, dejando una marca más de sangre en aquella pared. Jhonaiker miró a todas partes fijándose que nadie lo hubiese visto, luego salió corriendo y se perdió de vista.

​Catalina, o mejor dicho, Radio Bemba como la conocían en todo el barrio Los Sueños, había caído muerta por el impacto de bala, dejándole la boca completamente destruida. Al pasar 10 minutos, uno de los vecinos se asomó en su ventana y se sorprendió al verla tirada en el suelo rodeada por un charco de sangre.

​Rápidamente todos los vecinos se pusieron alrededor de la muerta y nadie, absolutamente nadie lloraba por ella. Todo el mundo cuchicheaba alrededor del cadáver.

​Seguro la mataron por chismosa... eso fue que le debía plata a alguien... a lo mejor se puso a decir cosas que no debía... eran los comentarios que se escuchaban mientras la pobre señora de 50 años se desangraba a los pies de todos.

​La única que se puso a llorar cuando llegó fue su comadre Elena, quien también fue la única en llamar a la policía.

​De esta manera, la vida de Radio Bemba quedó apagada y otra persona tendría que ocuparse de la tarea que ella realizaba muy bien: informar a todo el barrio Los Sueños de cosas que le sucedían a los demás. Una tarea que al parecer ya nadie se atrevería a hacer, porque si ese era el destino, el de Catalina, ninguna otra persona en Los Sueños se iba a arriesgar por ello para terminar muerto, en La Pared del Asesino.

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