Always Together - Capítulo 3
Los 20 minutos fueron literales. Mía
apareció en la puerta del edificio justo en el momento que Raúl se asomaba.
Una vez en el carro, decidieron ir a la heladería a donde siempre compartían un delicioso Banana Split
cuando algo malo sucedía en la redacción o en la vida personal de cada uno.
A pesar del desanimo que se apoderaba de Raúl,
logró amoldarse a la locura que caracterizaba a su amiga. Ella siempre había
sido la confidente, mano derecha, hermana y compañera que él nunca había
podido tener.
Conocerla en la facultad fue lo mejor que
le pudo haber pasado en su vida. Desde el primer momento que la vio supo que
aquella chica de 1.65 de altura, cabello rubio liso, y alocada, se convertiría
en su mejor amiga.
- ¡No necesito que me cuentes
absolutamente nada de Andrés! – Dijo justo en el momento en el que Raúl
comenzaría a relatar lo sucedido – Ese ser quedó enterrado y olvidado.
- ¿Segura que no quieres saber? – intentó.
- SEGURÍSIMA – respondió, al tiempo que
subía el volumen al radio y cantaba a voz viva El Anillo de Jennifer López.
Nunca
había sentido algo tan grande y me vuelve loca tu lado salvaje
Tú
me has dado tanto, que he estado pensando, ya lo tengo todo, pero
¿El
anillo pa’ cuando?
- ¿Yo te conté que llegué a pensar que
Andrés y yo quizá podríamos viajar a Las Vegas y casarnos? – comentó Raúl como
buscando la manera de que Mía aceptara hablar del caso INFIDELIDAD ANDRÉS.
- ¡Ay no! Good bye, JLo – bajó el volumen
hasta dejarlo todo en silencio – no quiero que éste – señaló a Raúl con un
gesto de la boca – comience el despecho.
Aquel comentario hizo que Raúl le diera un
golpe juguetón en el brazo, lo que ocasionó una exageración dramática de dolor
por parte de ella, y diera paso a unas ruidosas carcajadas.
Mía sabía cómo levantar el ánimo de su amigo.
- ¡Por cierto! – Exclamó mientras giraba
el volante a la derecha – llamé a un par de amigos para que compartan con
nosotros un rato, ya que esta noche nos vamos de ¡¡¡RUMBAAAAAAA!!!
- ¡¡¡SAYY WHASSSS!!! – Raúl se quitó el
cinturón de seguridad y se acomodó en el asiento para verla directamente.
- No vayas a comenzar con tu melodrama
porque tú – lo apuntó con el dedo sin quitar la vista de la vía – necesitas
distracción. ¡Basta! No más moridera por culpa del innombrable.
- Pero yo no quiero ir de fiesta para
ningún lado – Raúl estaba serio.
- Deja tu amargura. Ya está decidido. Esta
noche nos vamos de rumba.
Para dejar claro que el plan estaba
aprobado y que no tenía intención de discutir más el tema, volvió a subir
volumen máximo a la radio y disfrutó del ritmo de Fiebre de Ricky Martín ft Wisin y Yandel.
Raúl no tuvo opción sino adaptarse al
plan. No le quedaba de otra. Solo le pediría pasar por su apartamento para
cambiarse.
Cuando llegaron a la heladería, por
suerte, su mesa favorita estaba disponible. Pidieron lo mismo de siempre, y en
cuestiones de segundo ya estaban devorando el delicioso helado.
- ¡Nunca me cansaré de comer esto! – Dijo
Mía – No me importa romper la dieta, no me importa ser una vaca forever, pero
¡¡¡AMO COMER HELADOS!!!
- Haces dieta y desaparecerás – le dijo
Raúl mientras él devoraba el suyo – Por cierto, ¿a quién invitaste?
No hizo falta que le respondiera porque
justo en ese momento llegó Víctor.
- ¿Dónde está mi gente? – Víctor apareció
un tanto animado - ¿A dónde iremos a darla esta noche?
- Hola, Víctor – Raúl y él habían
compartido en varias oportunidades. Mía se había encargado de que ambos se
relacionaran más de la cuenta, pero desistió cuando notó que entre Raúl y
Víctor no sucedería nada más que una solida amistad.
- ¡Hi, Ra! – Víctor le devolvió el saludo
al tiempo que le estampó un beso en el cachete, para luego hacer lo mismo con
Mía.
Víctor no tenía complejos en demostrar su
homosexualidad. A él le daba igual lo que pensara la gente. A Raúl le agradaba
mucho su presencia porque, a pesar de ser súper homosexual, era un muchacho muy
serio.
- Esta noche vamos a Pony – dijo Mía para
animar muchísimo más el encuentro.
- ¡A Pony! Esto amerita un triple helado
de chocolate, ¡MESEROOOO! – Víctor irradiaba personalidad.
Raúl sonreía mucho más de lo que pensaba
que podía hacer. A pesar de no estar muy de acuerdo al principio, ya le estaba
agradando la idea.
- ¿Y más o menos qué le vas a decir tú a
Mauricio, o piensas invitarlo? – le preguntó Raúl a Mía. Mauricio era el novio
de ella. Ya llevaban casi 7 años de relación, pero las cosas no estaban
funcionando como ella deseara.
- ¿Mauricio? ¿Quién es Mauricio? – Mía
estalló en una carcajada al mismo tiempo que chocaba las manos con Víctor –
Mauricio y yo no estamos en el mejor de los momentos, y no pienso arruinar mi
vida nada más porque a él le dé por estar indeciso.
- ¡Así se habla, bebé! Hay que seguirla
dando hasta que el hombre se avispe – le dijo Víctor.
- O hasta que la mujer se busque a otro –
añadió Mía.
Pasaron rato conversando sobre los planes
de la noche hasta que llegó otro amigo de Mía.
- Chicos – dijo apenas vio que su amigo
llegaba y se acercaba a la mesa apenas la reconoció. – Les presento a
Sebastián, un amigo de toda la vida.
Raúl y Víctor no pudieron evitar mirarse a
la cara apenas se dieron la vuelta para saludar a Sebastián. Él era un
chico corpulento, atractivo y muy varonil. Desprendía lo que ellos llamaban “un
tufo de dominante” que les nublaba la conciencia.
- Hola, chicos, un placer conocerlos – les
dijo Sebastián mientras le estrechaba la mano a cada uno.
Cuando lo escucharon hablar terminaron de
quedar embobados por Sebastián. La voz de este chico era como de documental.
- Encantados nosotros – le dijo Víctor
mientras se bajaba los lentes para escanearlo mejor.
Sebastián sonrió y se sentó en la otra
silla vacía.
- Sebastián y yo nos conocemos desde que
tengo uso de razón. Es bailarín, el mejor de todos, y esta noche se los va a
demostrar.
- ¿Vas con nosotros a Pony? – Víctor se
incorporó más en la silla como dando a entender que le encantaba la idea.
- Sí – respondió Sebastián – No tengo
ningún tipo de prejuicios. También voy a lugares de ambiente. No me importa.
- Que bueno que seas así. Muchos heteros
son tan machistas que si fuera por ellos mandan a destruir las discotecas de
ambiente. – A Raúl le gustó mucho que Sebastián no fuera homofóbico.
- El machismo, para mí, es una manera
frustrada de demostrar los verdaderos sentimientos que no se atreven a
autoconfesarse – dijo Sebastián.
- JAJAJAJAJAJA – Víctor exageró una
carcajada por el comentario – qué cómico y bueno lo que acabas de
decir – comentó mientras tocaba el brazo de Sebastián.
Raúl se dio cuenta que Víctor exageró la
risa para aprovechar de tocarlo. No pudo disimular y sonrió hacia un
lado como dando a entender que su amigo era muy atrevido.
Sebastián o no se dio cuenta o no le
importó que Víctor lo tocara porque no dijo nada, ni demostró incomodidad.
- Sebas. ¿Te puedo decir Sebas, verdad? –
Víctor intentaba flirtear con él a como diera lugar – Cuéntanos ¿cómo es eso
que eres bailarín?
- Vic, Vic, aquí los periodistas somos
Raúl y yo – dijo Mía a modo de disolver el momento incomodo porque Víctor cada
vez más buscaba una escusa para toquetear a Sebastián.
- Tranquila, Mía. No pasa nada – dijo
Sebastián – Tengo varios años practicando el baile como un oficio. Estudio
danza en la Universidad de las Artes, y en mis tiempos libres también me dedico
al teatro.
- Mmm, un chico sensible a las artes –
expresó Víctor mirando a Raúl con un gesto de complicidad y haciendo nota
mentalmente.
- Sí, digamos que sí. Sensible al arte –
ratificó Sebastián – Precisamente eso le ha hecho pensar a más de uno que soy
homosexual… pero, aquí entre nos – se acercó más a Víctor como para decirle
algo al oído – me vale lo que piensen de mí. Es mi vida y yo soy así.
Víctor quedó helado. No abrió la boca para decir nada. Solo vio como Sebastián se
levantó de la silla y se dirigió al baño.
- ¿Será que puedes cerrar la boca y
disimular que te babeas por mi amigo? – le dijo Mía al tiempo que tronaba los
dedos frente a Víctor.
- Creo que Víctor quedó embobado por
semejante prospecto – Raúl también había quedado sorprendido por Sebastián,
pero no era tan descarado como Víctor.
- ¡Dímelooooo! ¿Es o no es homosexual? –
preguntó Víctor.
- ¡NO! No lo es. Así que contrólate. Sé
que no te dirá nada porque no es enrollado, pero cálmate y bájale un poquito.
- ¡Me lo como! – dijo Víctor dejándose
caer en el espaldar de la silla de forma teatral.
- Creo que Víctor consiguió colirio para
esta noche – dijo Raúl al tiempo que consultaba el reloj. Ya habían
transcurrido más de tres horas.
- Yo debería irme a mi casa si quieren que
vaya ésta noche a Pony – dijo Raúl con ademán de levantarse para sacar la billetera y pagar.
Víctor lo tomó del brazo y lo sentó de un
jalón.
- ¡Tú no te vas para ningún lado! ¿Es que
no ves el bombón que está con nosotros? ¡Tú estás loco!
- Víctor, por más que hagas maroma y te
disfraces de Marjorie De Sousa, Sebastián no te va a parar. Así que deja la
exageración – Raúl le volteó los ojos.
- ¡Uy pero alguien tiene un humor de
perros aquí! - puso los ojos en blancos y se cruzó de brazo.
- Bueno, ¡basta! – Intervino Mía – Ni tú
te vas porque yo te traje y yo te llevo, y ni tú – señaló a Víctor – seguirás
incomodando a mi amigo.
- Tranquila que ahora es que me queda
tiempo para incomodar a nuestro amiguito – Víctor subió los brazos e hizo
movimientos de baile.
- Veo que alguien está muy animado para la
rumba de esta noche – dijo Sebastián al llegar del baño – Mía, me tengo que ir
porque debo hacer una presentación privada. Quedamos en vernos esta noche en
Pony. Yo te escribo.
Sebastián se acercó a Mía para darle un
beso en la mejilla. Se despidió con la mano de ambos chicos y se retiró.
- Semejante trasero se gasta – dijo Víctor
mientras lo seguía con la mirada y se mordía el puño– ¡Me enamoré! Este niño me enamoró.
Raúl y Mía se miraron al mismo tiempo con
una ceja elevada demostrando que Víctor estaba mal de la cabeza.
- ¿Y más o menos por qué se miran así? –
preguntó Víctor a su par de amigos - ¿Acaso no creen en el amor a primera
vista?
- ¿Amor a primera qué? – No niño, eso es
puro cuentos de hadas, y qué crees, estamos en la vida real.
- El amor a primera vista no existe. Cómo
puedes enamorarte de alguien que estás viendo y no sabes cómo…
Raúl se interrumpió porque frente a él
pasó un chico rubio, alto y atlético. Un ejemplar que perfectamente se ajustaba
a sus requerimientos físicos. El chico pareció notar que alguien lo observaba
de forma fija porque se dio la vuelta y cruzó la mirada con Raúl.
En cuestiones de segundos ambos se miraban
fijamente como si se conocieran de algún lugar y no supieran de dónde. Raúl se
sorprendió al sentir cómo su maltratado corazón daba un latido como de
supervivencia.
Se llevó una mano al pecho porque aquel
latido lo sintió muy fuerte. No podía dejar de mirar al rubio guapo que estaba
mirándolo. Aquel chico bajó la mirada y sonrió de forma tímida al tiempo que
seguía su camino.
Raúl necesitó varios empujones de Víctor
para volver a la realidad.
- ¡Niño! Se puede saber a dónde te fuiste
- Acabo de ver al niño más hermoso de la
vida – dijo con la misma cara con la que veía al joven – No tienen ni idea de
lo raro que fue.
- ¿Dónde? ¿Cómo es? ¿Qué viste? – Víctor
miraba para todos lados intentado ver al joven.
- Estaba justo ahí – Raúl señaló detrás de
Mía – justo ahí. Él me miró, yo lo miré y ambos nos quedamos congelados.
- Niñooooo, si no te conociera diría que
te enamoraste a primera vista – ironizó Mía.
- ¿Amor a primera vista? – Dijo Raúl algo
extrañado - ¡No! Eso es imposible.
Víctor seguía viendo para todos lados por
si veía un chico con la descripción que Raúl acababa de darle.
- Yo creo que te lo imaginaste porque no
veo ningún rubio atlético por ningún lado – Víctor dejó de buscar con la
mirada.
- Yo estoy seguro que lo vi. No estoy
loco.
- Sé que no estás loco, pero creo que es
momento de pagar para irnos a cambiar – Mía se levantó y sacó varios billetes
que dejó sobre la mesa – No se preocupen en pagar, esta va por mi cuenta.
- ¡Tan bella mi amiga! – le dijo Víctor
mientras la abrazaba.
- No me abraces mucho porque esta noche
los tragos van por tu cuenta – Mía tomó su cartera y comenzó a salir.
- ¡Perra! – exclamó.
Raúl no sonrió. Estaba mirando a todas
partes para ver si veía al chico de nuevo. Sabía que lo había visto. Estaba
seguro. Lamentó no ser tan extrovertido porque de lo contrario lo habría
invitado al notar que la mirada fue correspondida.
Salió de la heladería con la imagen de
aquel joven en la cabeza, tanto que ni se dio cuenta cuando subió al carro ni
cuando habían llegado al edificio
Se despidió de sus amigos y subió a su
apartamento.
Una vez en casa, fue por un vaso de agua
para intentar aclarar las ideas. Como que si el agua servía para eso.
No supo cómo describir el único latido que
su corazón había emitido justo en el momento que vio a aquel chico. Fue como si
su corazón le estuviera dando una nueva esperanza de que aún quedara chance de
volver a sentir cosas bonitas por alguien.
Movió la cabeza de lado a lado como intentando
sacar ideas absurdas de su mente. Dejó el vaso en la cocina y se dirigió a su
habitación. Estaba volviéndose loco, lo sabía. No era lógico que el corazón le
latiera por haber visto a un chico por primera vez en su vida.
Además,
se dijo a sí mismo, estaba pasando por una ruptura de una relación de casi un
año. No podía sentir algo así tan de repente.
Decidió
darse una ducha con agua fría para congelar sus emociones, pero antes apuntó
mentalmente que tenía que visitar un psicólogo lo más pronto posible.
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