#AdamuzYLaUniónDeTresRazas Capítulo 3. Conversaciones



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Conversaciones     

Cap. 3. Conversaciones


- ¡BUENOS DIAS!- Dijo el profesor Bernard a los chicos. Al ver que no se movían les dijo:- ¡vamos! ¿Qué esperan?, entren… la clase aún no comienza.
            El profesor Bernard les indicó que tomaran asiento. Para su sorpresa solo había dos asientos en la misma mesa que estaba sentada una chica de aspecto un poco desagradable. Cuando tomaron asiento, la chica intentó hablarle pero sus palabras fueron interrumpidas por la voz gruesa de aquel joven profesor.
-¡BIENVENIDOS!, soy el profesor Rafael Bernard- enseguida escribió su nombre en el pizarrón seguido de su correo electrónico.- Este año la directora Magnolia me asignó para enseñarles química a los alumnos de 5º año. ¡Química! ¡OH…Química!... Me imagino que todos le temen ¿verdad?- hizo esa pregunta con una mueca en el rostro.- Pero de ahora en adelante les aseguro que les gustará muchísimo. Pero de eso hablaremos luego, mejor… mejor… ¡TÚ!- Se dirigió a una chica bellísima de piel blanca, cabello rizado color oro, y con una elegancia irresistible… Taylor Mackenzie, la presentadora y actriz del canal televisivo Visión TV.- Por qué no nos cuentas un poco de ti… Taylor.
            La voz del profesor inmediatamente fue interrumpida por la melodiosa voz de Taylor. Samantha por un momento creyó que todos los chicos necesitaban un balde para recoger la baba.
-¡Bueno! eee… ¿Qué más quieren saber de mi?, todos saben lo famosa que soy y ¡BLA, BLA, BLA!- Rompió con una risita irónica.- Ya todos me conocen-. Hizo un guiño al profesor Bernard y tomó asiento.
- Ok señorita, bienvenida a mi clase… a ver usted señorita.
            Por un momento Samantha sintió como si el dedo del profesor Bernard le había pinchado el estomago. Vaciló un momento y de inmediato se levantó del asiento pensando en lo ridiculísima que se vería después de haber hablado la famosísima Taylor.
- Eee…yo… mmm…- No tenía ni la más remota idea de que decir.- Me… llamo Samantha, vengo de la secundaria Costa Pacífica, tengo 15 años – de  repente fue interrumpida por la voz melodiosa de Taylor.
- Si, si, si, si… ok bien, pero… si no has notado, no eres la única que debe presentarse, en este salón hay más personas que quieren hablar.
            Samantha sintió otra fuerte punzada en el estomago y tomó asiento.
- Tranquila, no le hagas caso, si te lo digo yo que he tenido que aguantármela cuatro años desde que entre a este colegio.
            La chica que se le dirigió era la misma que estaba sentada junto a Michael y ella, esa que vieron al entrar.
- Soy Chelsea… como te digo, eso está en su naturaleza, molestar a los nuevos.
            Samantha le dirigió una sonrisa agradable y siguió escuchando a los demás. Antes que el profesor volviera a apuntar a otro alumno con el dedo, un chico con expresión de superioridad en el rostro, se levantó de su asiento, se aclaró la garganta y se dirigió hacia donde estaba el profesor Bernard.
- Disculpe profesor, creo que la aptitud que han tenido mis compañeros no es la adecuada. – Comenzó a desplazarse por todo el salón – Supongo  que conocen Requena & Álvarez, ese prestigioso bufete de abogados – siguió  hablando de la empresa de su padre, hasta que por fin dijo su nombre. – Soy  Roger Requena, hijo del empresario y también dueño del Club Requena, el Sr. Horacio Requena.
            En eso Samantha supo que aquél jovencito no era más que el hijo del jefe de su madre.
- ¡Muy bien! Roger… así es cómo se presenta, me parece que la señorita Samantha también lo hizo muy bien. – Guiñó  un ojo a Samantha.
            Enseguida el profesor Bernard notó que ya la clase estaba a punto de terminar.
- Bueno chicos, la clase ya terminó, me gustaría que para la próxima investigaran: ¿Qué es la química? Y ¿Qué son nomenclaturas?... ¡Sí! Eso es todo… eee... pues nuevamente ¡BIENVENIDOS!, ya pueden irse.
            Samantha junto a Michael y Chelsea, tomaron sus mochilas y se dirigieron hacia el pasillo, donde muy pronto averiguarían cuál era su próxima clase.
            El trió de recién amigos consultó su horario y notaron que tenían una hora libre, así que por lo tanto decidieron ir al comedor.
- Samantha creo que no le caíste muy bien a Taylor – dijo Michael esperando un comentario, pero no fue así, porque ya Samantha tenía la atención puesta en Roger, el hijo del jefe de su madre.
- Oye Chelsea, tú… tú que tienes más tiempo que nosotros aquí… ese chico, Roger, ¿es nuevo acá en la escuela?
- ¡Sí! – respondió como si fuese a ganar un millón de dólares por su respuesta – es nuevo, bueno que yo sepa, nunca lo había visto aquí, pero… ya se fijaron, parece hasta más misterioso que yo – terminó  su comentario, con una risita burlona.
            Chelsea era una chica de muy poco trato, era la más asocial del salón. Era de cabello largo, negro, casi le cubría la mitad de la cara. Vestida de negro y con maquillaje muy triste.
- Pero… ¿Por qué… dices… eso? – dijo Michael al tratar de comprender el comentario de Chelsea.
- ¡SÍ!, no lo ven, o mejor dicho… ¿No oyen la conversación que tiene por teléfono?
            Samantha y Michael se miraron atónitos. A Samantha le parecía imposible que alguien pudiera oír la conversación que Roger tenía; primero porque el comedor estaba lleno y lo único que se oía era como zumbidos de moscas, no se lograba entender las conversaciones que tenían los demás en las otras mesas.
            El comedor del colegio San Ignacio de Compostela era muy amplio e igual que toda la estructura del colegio: antigua y muy misteriosa.
            Michael dijo entre dientes: “Ya veo por qué eres misteriosa”.
            Roger estaba a tres mesas de ellos. Era un chico bajito y regordito, de muy mal carácter, solía ser el centro de atracción.
- ¿Cómo va la búsqueda papá? – Era lo único que Roger repetía cada vez por teléfono. - ¡PAPÁ!, cómo que no has dado con él, lo necesito, tú más que nadie sabes que sin él no puedo completar mi objetivo papá… necesito que lo encuentres. Mejor dicho… papá, vente para acá, hablamos mejor aquí.
            Aquella conversación resultó ser muy misteriosa para Chelsea. Se las contó a los chicos. Samantha no comprendía por qué le resultaba tan misteriosa, lo único que decía era que buscaba algo con muchas ganas. Tenía que ser algo muy importante.
            Cada uno comió su desayuno, Samantha tuvo que comprar en el cafetín debido a que no pudo tomar el que su madre le había preparado antes de salir de casa. Michael al igual que Chelsea, si tenía su desayuno. La sorpresa de Samantha fue cuando Chelsea sacó de su mochila, un desayuno como para alimentarse los tres y todavía guardar para más tarde.  En menos de 6 minutos, ya había devorado todo eso y todavía, ella y Michael tenían la mitad. Después de terminar cada uno, se encaminaron nuevamente al salón C-5 para recibir su segunda clase del día, pero cuando iban por el segundo piso, Michael sin querer, tropezó a Taylor.
- TENÍA QUE SER UNO DE USTEDES… ¡NO VEZ POR DÓNDE CAMINAS! – Taylor no le decía, le gritaba, mientras el pobre Michael no quitaba su mirada de encima de ella.
            Sus ojos paseaban desde el cabello rizado oro, hasta el movimiento de sus labios al hablar. Era como una escena de película en donde de fondo sonaba la canción only you. Al parecer Michael no sabía que ella le gritaba.
- Muy común eso en los de tu clase, no pueden ver a una chica tan estupenda como yo, porque se quedan boquiabiertos.
            Chelsea al no soportar la actitud arrogante y crecida de Taylor, tomó cartas en el asunto. – Taylor… ¿Por qué mejor no juntas tus asquerosos y maliciosos labios y cierras la boca?... quítate de en medio, mis amigos y yo queremos subir.
- ¡Vaya!, pero si es la chica misteriosa, que raro… ¡TÚ!, ¿con amigos? – Rompió a carcajadas – no lo puedo creer, en los cuatro tormentosos años que he tenido que calarme tu presencia, nunca te había visto con alguien. – De pronto se fijó en Samantha y le dijo: - Oye, tú… nueva, te recomiendo ser más inteligente y pasarte con gente de tu estilo... Pero, perdón – soltó una risita provocada -  pensándolo bien y viéndote bien, ambas son tal para cual, tan mal vestidas y grises.
            Chelsea estaba a punto de lanzársele encima a Taylor, pero en ese momento Samantha la agarró por el brazo. Taylor fijó la mirada en Chelsea con una expresión de superioridad, pero enseguida se la quitó porque la expresión que tomó Chelsea no fue nada normal. A la misma Samantha le dio miedo. Después que Taylor salió de su estado de pánico, hizo un gesto burlón y se quitó de en medio de las escaleras. Samantha y Chelsea tuvieron que agarrar a Michael por un brazo para poder subirlo arrastre. Él ni siquiera se había dado cuenta de la discusión.
            Llegaron al salón, Michael había vuelto en sí, volvieron a tomar asiento en la misma mesa y de pronto se hizo un silencio. Los únicos que estaban en el salón eran ellos y Roger que estaba sentado al final, que por nada del mundo dejaba de ver su celular.
            Samantha no logró disimularlo y en cuanto sonó el celular de Roger, volteó para mirarlo indiscretamente, fue tan indiscreta, que él se dio cuenta. Toda la conversación la tuvo con la vista fija en Samantha y ella con la mirada fija en él. La mirada de Roger era irónica, con una leve sonrisita y las cejas enarcadas.
            Esta vez la conversación pudo oírse, puesto que el salón estaba casi vacío y las únicas personas que habían, cada uno andaba en lo suyo. Chelsea estaba mirando con tristeza una fotografía, la cual Samantha quedó sorprendida porque pudo jurar que había visto un par de hadas en ella, pero sabía que no podía haber sido hadas, esos seres solo existían en películas, y la foto que tenía no era ninguna impresión de internet, era una foto autentica. La expresión de tristeza que reflejaba Chelsea era tan grande, que ella por un momento también pudo sentirla. Cuando intentó volver a ver la fotografía, Chelsea se dio cuenta y la guardó rápidamente en su mochila. Michael estaba jugando con un PSP y estaba muy entretenido, así que no le quedó de otra y se levantó de su asiento para ir al pasillo. Un poco aburrida, se detuvo y de pronto fijó la mirada en la entrada  y pudo distinguir un hombre bajito, gordito y un poco canoso; sin ninguna duda supo quién era: El jefe de su madre.
            Roger salió muy apresurado del salón con su celular en mano. Bajó las escaleras y Samantha pudo verlo escabullirse en el segundo piso.
            Por un momento algo en la cabeza le decía que lo siguiera, y así lo hizo, comenzó a seguirlo hasta que llegó al segundo piso y en una puerta entreabierta pudo oír dos voces.
- ¿Cómo que aun no han podido dar con el paradero, papá? – hablaba muy preocupado.  
- Roger, hijo… Es algo muy valioso, según Elena no somos los únicos que estamos tras él. Al parecer hay otras personas que conocen sobre esto y saben el secreto que esconde y desean tenerlo igual o más que tú. 
- Pues no sé cómo vas a hacer, pero yo lo necesito. Seguramente es ella… Elena, no sabe hacer su trabajo papá
- Elena es de las mejores que tengo para este trabajo. Confío en ella, además… eee… ¿Quién mas podría hacerlo?
- Pues no sé papá, no lo sé. Lo único que sé es que lo necesito lo más pronto posible, y daría todo por tenerlo en mis manos, pero… para mí la estúpida esa, la Chelsea también anda tras su pista.
            Por un momento Samantha sintió ganas de saber de qué o de quién hablaban, ese algo o alguien que necesitaba Roger con tantas ganas y que su mamá también estaba buscando tenía que ser muy importante porque sino Roger no estaría tan angustiado.
            Mientras subía al salón recordó el sueño que había tenido y por un segundo asoció lo que vio en el sueño con lo que Roger deseaba. Cuando llegó al salón, se dio cuenta que el profesor de Matemáticas ya estaba ahí. Pidió permiso para entrar y el profesor se lo concedió por ser el primer día. Vio su clase pero no se podía concentrar en los polinomios, porque estaba pensando en lo único en lo que había dicho Roger sobre esa tal Chelsea, ¿Sería la misma Chelsea que ella conocía?
            Sonó el timbre y todos aguardaron en sus asientos para esperar la última clase del día     

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